Presentamos en Criminales y otros delincuentes el caso del asesino de la baraja, que marcó un antes y un después en la crónica negra española, no solo por la brutalidad y el azar de sus crímenes, sino también por la inquietante teatralidad con la que los cometió.
El asesino de la baraja: Alfredo Galán Sotillo
Nacido en 1978, es uno de los criminales más notorios y singulares de la historia reciente de España. Exmilitar, sirvió en Bosnia durante la guerra, experiencia que marcó su vida y de la que trajo consigo la pistola Tokarev con la que perpetró sus crímenes. Su paso por el ejército y el conflicto balcánico fue relevante tanto para la obtención del arma como para la frialdad que mostró en sus acciones posteriores.
Ola de crímenes y modus operandi
Entre febrero y junio de 2003, Galán mató a seis personas e intentó asesinar a otras tres en Madrid y sus alrededores. La elección de las víctimas era completamente aleatoria, lo que aumentó el clima de terror y desconcierto en la sociedad. Uno de los aspectos más perturbadores de su modus operandi era la mezcla de cortesía y violencia: según testigos, saludaba a sus víctimas y les pedía educadamente que se arrodillaran antes de dispararles, mostrando una inquietante combinación de frialdad y educación.
La firma que dejó junto a las víctimas —un naipe de la baraja española, generalmente el as de copas— añadió un elemento de teatralidad y simbolismo macabro al caso. Este detalle, ampliamente difundido por los medios, contribuyó a su apodo: el asesino de la baraja.
Investigación y confesión
La investigación policial se vio dificultada por la falta de conexión aparente entre las víctimas y la ausencia de un patrón claro más allá del uso del naipe. El caso dio un giro inesperado el 3 de julio de 2003, cuando Galán se presentó voluntariamente en la comisaría de Puertollano, en estado de embriaguez y confesó ser el autor de los crímenes. Este acto sorprendió tanto a la policía como a la opinión pública, que hasta entonces barajaba diversas hipótesis sobre la identidad y motivación del asesino.
En el juicio, los peritos determinaron que Galán actuó con plena consciencia y sin patologías psiquiátricas, descartando cualquier eximente de enajenación mental. Fue condenado a 142 años de prisión, aunque la legislación española limita el cumplimiento efectivo a 25 años. Previsiblemente, saldrá en 2028, cuando se cumplirán los 25 años máximos de cumplimiento efectivo según la ley vigente en el momento de su condena. El lugar exacto de reclusión no se ha divulgado públicamente en los últimos años.
El asesino de la baraja. Impacto
El caso de Alfredo Galán no solo impactó por la brutalidad y el azar de sus crímenes, sino también por la teatralidad de su firma y la frialdad con la que ejecutaba sus acciones. Su figura se ha convertido en un símbolo de la crónica negra española contemporánea y su historia ha sido objeto de análisis en medios, documentales y libros sobre el crimen en España.
El asesino de la baraja permanece como uno de los ejemplos más inquietantes de cómo el azar, la violencia y la construcción de una identidad criminal pueden converger en un caso que aún hoy despierta fascinación y horror en la memoria colectiva.