¿Qué fue la conjura de Pisón?
Durante el reinado de Nerón, especialmente después del gran incendio de Roma en el año 64, el clima político se volvió insostenible. La reconstrucción de la ciudad y la fastuosa construcción de la Domus Aurea condujeron a un emperador cada vez más necesitado de recursos.
Las cargas fiscales aumentaron y se sucedieron confiscaciones de bienes a la aristocracia, lo que, junto con las continuas sospechas, delaciones y ejecuciones ordenadas por Nerón, generó un ambiente de terror en la élite romana. Las arbitrariedades, la represión y el temor a ser la próxima víctima, alimentaron el odio y la conspiración entre senadores, caballeros, oficiales y hasta familiares cercanos al propio emperador.
El complot
La conjura de Pisón —denominada así por el historiador Suetonio en alusión a su principal organizador, Cayo Calpurnio Pisón— fue el resultado de esta acumulación de descontento. Con Pisón a la cabeza, se organizaron figuras relevantes: senadores, caballeros, parte de la guardia pretoriana e intelectuales, entre ellos el poeta Lucano, con diferentes motivaciones personales o políticas. Pisón, descendiente de una influyente familia y persona de popularidad creciente en Roma, fue visto por los conjurados como el candidato idóneo para suceder a Nerón, e incluso se valoró su enlace matrimonial con una hija del extinto emperador Claudio para reforzar su legitimidad.
El plan consistía en asesinar a Nerón el 19 de abril del año 65, durante los juegos de Ceres celebrados en el Circo Máximo. Allí, al calor de la multitud y con cierta facilidad de acceso, pretendían apuñalar al emperador, mientras paralelamente Pisón sería presentado a la Guardia Pretoriana, asegurándose de que el relevo en el poder tuviese rápidamente respaldo militar. Sin embargo, un giro fortuito resultó fatal para los conspiradores: a Flavio Escevino, uno de los senadores implicados, le delató su liberto. Bajo amenaza de tortura, tanto él como otros arrestados revelaron el alcance de la trama y dieron los nombres de los involucrados.
La conjura de Pisón. Consecuencias
Nerón reaccionó con extrema dureza. Ordenó el suicidio de Pisón y de destacados colaboradores, como el filósofo Séneca, el poeta Lucano y el escritor Petronio. A los implicados que no murieron de inmediato se les desterró o forzó al suicidio. Las recompensas y honores fueron abundantes para delatores y leales: la Guardia Pretoriana recibió un generoso pago y figuras como Tigelino y Ninfidio Sabino, prefectos del pretorio, salieron reforzadas.
La purga se extendió a un amplio círculo de intelectuales y senadores, entre ellos estoicos como Trásea Peto y Barea Sorano. El clima de sospecha en Roma se agravó aún más, dominado por la delación sistemática y la paranoia: incluso familiares o amigos de los caídos se apresuraban a demostrar lealtad pública para salvarse. No volvió la estabilidad al imperio hasta años después, mientras la imagen de Nerón quedaba para la historia como arquetipo político del terror y la obsesión.
La conjura de Pisón, más que un intento fallido de magnicidio, simboliza el colapso de la confianza en la corte imperial y la desesperación de una élite perseguida y aterrorizada por la arbitrariedad del poder. Sus ecos, marcados por la muerte de grandes figuras intelectuales y la represión despiadada, continúan ilustres en la memoria de la antigua Roma.