Ya dijimos anteriormente que en hablarydecir no vamos a callarnos por temor a nada ni a nadie y mucho menos a una pandilla de gánsteres (demostrado queda) que imponen una sola (y falsa) visión histórica mediante ley.
La batalla de Sigüenza, librada entre agosto y octubre de 1936, fue uno de los primeros enfrentamientos prolongados de la Guerra Civil Española.
Aunque no tuvo un impacto decisivo en el curso general del conflicto, sí representó un ejemplo temprano de la capacidad táctica del bando nacional para ejecutar maniobras complejas en terreno urbano y rural, consolidando su avance en la provincia de Guadalajara.
La batalla de Sigüenza. Contexto y desarrollo
Tras el fracaso del levantamiento en algunas zonas del norte, el general Emilio Mola reorganizó el Ejército del Norte y ordenó avanzar hacia Sigüenza. La ciudad, de gran valor simbólico y estratégico por su ubicación y patrimonio, había sido ocupada por milicias republicanas, entre ellas columnas de la CNT-FAI, el POUM y la UGT, que se atrincheraron en la catedral con cerca de 800 personas, entre combatientes y civiles.
El bando nacional inició el asedio el 7 de agosto desde posiciones en Alcolea del Pinar. La operación se caracterizó por el uso eficaz de la aviación de apoyo, bombardeos con proyectiles incendiarios y una maniobra envolvente que culminó en un ataque convergente sobre la ciudad. La resistencia republicana fue intensa, pero desorganizada y los refuerzos prometidos desde Madrid nunca llegaron.
Tácticas y ejecución
La ofensiva nacional en Sigüenza destacó por su planificación meticulosa. Se emplearon técnicas de combate urbano aún poco exploradas en ese momento, como la progresión por calles estrechas y el asalto a edificios fortificados. La aviación jugó un papel clave, tanto en el bombardeo de posiciones enemigas como en la interrupción de sus líneas de suministro.
La catedral, convertida en bastión republicano, fue bombardeada y parcialmente destruida. La rendición de este último reducto marcó el fin de la batalla el 15 de octubre de 1936. La ciudad fue tomada por las tropas nacionales, consolidando su control sobre la zona y permitiendo el avance hacia el sur.
Batalla de Sigüenza. Significado histórico
Aunque eclipsada por otras batallas más mediáticas como la del Alcázar de Toledo o la del Jarama, la de Sigüenza fue una muestra de la capacidad organizativa del bando nacional en los primeros compases de la guerra. La operación, ejecutada con medios limitados, demostró que disciplina, coordinación entre unidades y aprovechamiento del terreno superaban la resistencia improvisada de las milicias.
La victoria en Sigüenza no solo tuvo valor militar, sino también simbólico. La recuperación de una ciudad episcopal, tras los episodios de violencia anticlerical reforzó el discurso nacional de defensa de la tradición y el orden frente al caos revolucionario.
En la citada violencia frentepopulista no faltó, claro, el asesinato del obispo Eustaquio Nieto así como de otros 36 sacerdotes. Eran sus costumbres, las que hoy intentan ocultar.