Mezquita es una palabra que sorprende por su rareza: aunque designa un espacio religioso central en la tradición islámica, su forma en español se aleja notablemente del término árabe original (masjid).
Esa deformación fonética y semántica convierte a mezquita en un vocablo extraño, un préstamo que se transformó tanto que apenas recuerda a su raíz.
Mezquita. Etimología
El origen está en el árabe clásico masjid, lugar de postración. En el paso al romance peninsular, los mozárabes adaptaron el término y lo transmitieron al castellano como mezquita. La evolución fonética fue irregular: la s se convirtió en z y el final -jid se transformó en -quita. Algunos filólogos apuntan a la influencia del latín vulgar (mesquita) como intermediario, lo que explica la distancia respecto al original árabe.
Significado
En español, se consolidó como el nombre del templo musulmán. Su uso es inequívoco: designa tanto las grandes construcciones históricas —como la Mezquita de Córdoba— como los espacios de culto contemporáneos. La palabra se cargó de resonancias culturales y políticas, pues durante siglos fue símbolo de la presencia islámica en la península ibérica.
Usos y resonancias
Más allá de su sentido religioso, mezquita se ha convertido en un referente arquitectónico y patrimonial. En textos literarios y periodísticos, aparece como metáfora de diversidad cultural o como emblema de la convivencia —y también del conflicto— entre tradiciones.
Su rareza etimológica se combina con una fuerte carga simbólica en el imaginario español.
Curiosidades
La deformación de masjid en mezquita no es única: otras lenguas europeas también adaptaron el término con cambios notables, como el portugués mesquita o el italiano moschea. En castellano, sin embargo, la forma mezquita se fijó con tal fuerza que hoy resulta natural, aunque su distancia respecto al árabe original siga siendo evidente.
Mezquita. Conclusión
Es una extraña palabra porque, siendo un préstamo del árabe, suena poco árabe. Esa rareza, fruto de la historia lingüística peninsular, ha acabado por darle un carácter propio: un término que, más allá de su deformación, se convirtió en símbolo cultural y patrimonial de España.




