Fernando de Bustillos sucedió a Pedro Verdugo de Albornoz en la silla X de la RAE en abril de 1721, donde permaneció hasta su muerte, el 12 de enero de 1730.
Fernando de Bustillos. Semblanza
Fernando de Bustillos y Azcona nació en Madrid en 1661, en el seno de una familia vinculada a la nobleza y a las órdenes militares, condición que se refleja en su pertenencia a la Orden de Calatrava.
Su biografía no está marcada por la ostentación pública ni por cargos de gran visibilidad, sino por una trayectoria intelectual discreta, sostenida y rigurosa. La documentación académica lo presenta como un hombre de formación sólida, lector voraz y dotado de una capacidad de trabajo excepcional. Su figura encarna ese perfil tan característico del primer siglo académico: el erudito silencioso, más atento a la construcción de herramientas intelectuales que al brillo personal.
La multiplicidad de formas con las que aparece su nombre en los archivos —Bustillos, Bustillo Azcona, Bustillos de la Concha Azcona Velarde— revela tanto la flexibilidad onomástica de la época como la amplitud de su linaje. Pero, más allá de las variantes nominales, lo que permanece es la imagen de un académico tenaz, meticuloso y extraordinariamente productivo.
Actividad y perfil intelectual
Antes de su entrada en la RAE, Bustillos ya había demostrado una inclinación natural hacia la lectura sistemática y la organización del conocimiento.
Su formación humanística, propia de un caballero culto del siglo XVII, incluía el manejo de textos clásicos, crónicas medievales, literatura moralizante y obras narrativas de los Siglos de Oro. Esa amplitud de intereses se convertiría en su principal herramienta cuando la Academia emprendió la elaboración del Diccionario de autoridades.
Su labor profesional no se entiende como una carrera pública, sino como una dedicación intelectual sostenida. Bustillos fue, sobre todo, un lector metódico y un extractador infatigable. Su capacidad para localizar, seleccionar y transcribir pasajes pertinentes de obras muy diversas lo convirtió en un colaborador imprescindible en un proyecto que exigía una erudición transversal y una disciplina casi monástica.
Bustillos. RAE y Diccionario de autoridades
La muerte del académico Pedro Verdugo abrió en 1721 la vacante de la silla X, que Bustillos ocuparía hasta su fallecimiento en 1730. Su entrada en la Academia coincidió con el momento decisivo en la elaboración del Diccionario de autoridades, y su papel fue inmediato y determinante: coordinador de los materiales lexicográficos, una responsabilidad que implicaba supervisar, organizar y completar el ingente corpus de citas que debía acompañar cada definición.
Bustillos trabajó sin descanso. Su aportación consistió en llevar a las papeletas —el sistema de trabajo de la época— miles de fragmentos procedentes de obras fundamentales de la tradición hispánica y universal. Papeletizó desde la General estoria de Alfonso X hasta la Moralia de Plutarco, pasando por La Celestina, la literatura picaresca, la narrativa barroca europea y buena parte de Lope de Vega. Su selección no fue mecánica: supo elegir pasajes que ilustraran con precisión el uso, el matiz y la vitalidad de cada palabra.
Además de su labor extractora, colaboró en la redacción de varias combinaciones —Alo, Ch, Co, Cr— y revisó materiales ajenos, lo que demuestra su autoridad interna y la confianza que la Academia depositó en él. En apenas nueve años redactó más de mil páginas del Diccionario, una cifra que representa más de una cuarta parte de la obra completa. La magnitud de su aportación explica que la institución lo describa como verdadera alma del Diccionario de autoridades.
Su dedicación fue tan absorbente que apenas pudo ejercer la vida académica en sentido ceremonial. Asistió poco, pero dejó una obra que sostiene la arquitectura misma del primer diccionario académico.




