Hoy, en esta nueva sección Inventores presentamos a Pedro Paulet, ingeniero, diplomático y visionario peruano,
A finales del siglo XIX, cuando la aviación apenas era un proyecto incierto y la idea del viaje espacial pertenecía a la especulación científica, Paulet desarrolló en silencio un motor de cohete de propelentes líquidos y concibió vehículos a reacción que desbordaban su tiempo. Su figura, durante décadas subestimada, es hoy una de las más singulares en la prehistoria de la astronáutica.
Paulet. Orígenes
Pedro Eleodoro Paulet Mostajo nació el 2 de julio de 1874 en Arequipa (Perú), en un entorno que combinaba tradición local y aspiraciones de modernización nacional.
Su infancia transcurrió en una ciudad marcada por el influjo cultural europeo y por un incipiente interés por la ciencia aplicada, factores que alimentaron su temprana inclinación por la ingeniería y la experimentación técnica. Desde muy joven mostró una curiosidad intensa por los mecanismos, los motores y la posibilidad de superar los límites del transporte terrestre, una inquietud que más tarde se convertiría en el eje de su vida intelectual.
Formación y vocación
Paulet inició sus estudios superiores en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, donde se formó en ciencias y humanidades antes de trasladarse a Europa para completar su educación técnica.
En París ingresó en la Universidad de París y en la Escuela Nacional de Artes y Oficios, instituciones que representaban la vanguardia de la ingeniería y la experimentación industrial. Allí entró en contacto con los debates sobre combustibles, motores y nuevas formas de propulsión y comenzó a desarrollar ideas que, décadas más tarde, serían reconocidas como precursoras de la astronáutica moderna.
Su estancia europea consolidó su formación técnica y lo situó en un ambiente donde la imaginación científica combinaba con la audacia experimental. Así, Paulet concibió la posibilidad de un motor capaz de generar empuje mediante combustión interna de propelentes líquidos, idea radical entonces.
Actividades
A su regreso al Perú, combinó la ingeniería con la docencia y el servicio público. Trabajó para el Ministerio de Relaciones Exteriores y ejerció como profesor en instituciones técnicas y universitarias, entre ellas la Universidad Católica de Lima. Su carrera diplomática lo llevó posteriormente a Francia, Bélgica y Argentina, donde continuó difundiendo sus ideas sobre modernización tecnológica y desarrollo industrial.
Durante estas décadas, Paulet fue una figura singular: un ingeniero que pensaba en términos globales, un diplomático que defendía la importancia de la ciencia para el progreso nacional y un inventor que trabajaba en silencio en proyectos que, en su tiempo, parecían casi fantásticos.
Paulet. Invenciones y astronáutica
El núcleo de su legado se encuentra en el desarrollo del primer motor de cohete a propelentes líquidos, un dispositivo que, según sus propios testimonios y los análisis posteriores, habría diseñado y probado hacia finales del siglo XIX. Este motor, basado en la combustión controlada de una mezcla líquida, anticipaba en varias décadas los avances que más tarde permitirían el desarrollo de los cohetes modernos.
Además del motor, Paulet concibió un vehículo aeronáutico denominado avión torpedo o autobólido, una nave metálica con forma aerodinámica que integraba su sistema de propulsión y que buscaba resolver simultáneamente los problemas de sustentación, dirección y empuje. Aunque nunca llegó a construirse, el diseño revelaba una comprensión sorprendentemente avanzada de los principios de la aeronavegación a reacción.
Su trabajo fue reconocido tardíamente pero hoy se le considera precursor de la astronáutica mundial, pionero de la era espacial y uno de los primeros en formular la idea de la retropropulsión como mecanismo de control y frenado en vuelo.
Legado y proyección
Pedro Paulet murió en Buenos Aires, el 30 de enero de 1945, sin haber visto la consolidación de la tecnología espacial que él había anticipado.
Sin embargo, su figura ha ido ganando reconocimiento con el tiempo, especialmente a partir del interés de instituciones científicas y culturales que han reivindicado su papel en la historia de la ingeniería aeroespacial. Hoy se le recuerda como un visionario que, desde los márgenes geográficos y académicos de su época, imaginó y formuló principios que serían esenciales para la conquista del espacio.
Su legado combina audacia conceptual, rigor técnico y gran convicción en el poder transformador de la ciencia. En ese cruce entre imaginación y método reside la singularidad de Pedro Paulet, un inventor que pensó el futuro antes de que el futuro estuviera preparado para él.


