Penúltima entrega, por riguroso orden alfabético inverso, de la serie ¿Por qué son…? referida a los nombres de las regiones españolas.
Aragón. Etimología
El topónimo Aragón tiene raíces pre-indoeuropeas y celtíberas, vinculadas a la palabra arga, que designaba ríos en lenguas antiguas. Esta voz evolucionó al latín como Aragus flumen (río Aragón), dando nombre primero al curso de agua y luego al territorio que lo rodeaba. La teoría más aceptada señala que los celtíberos, que habitaron la zona, utilizaban las raíces ara- o ar- para referirse a cuerpos de agua, lo que explica la presencia de hidrónimos como Aragón Subordán o río Ara.
El término aparece documentado ya en el siglo IX, en un texto del monasterio de San Juan de la Peña que menciona al comite Galindone de Aragon, una expresión latina medieval que aparece en el documento más antiguo donde se menciona el nombre de Aragón, fechado en 828 d.C. y conservado en el monasterio de San Juan de la Peña. Su significado es conde Galindo de Aragón, refiriéndose a Galindo Íñiguez, un noble que gobernaba el territorio aragonés. Este título evidencia que Aragón ya existía como entidad política diferenciada en el siglo IX, antes de convertirse en reino (siglo XI).
Gentilicio: aragonés
Aragonés deriva del nombre del territorio y se consolida con la formación del Reino de Aragón en el siglo XI.
Maño no es otro gentilicio equivalente a aragonés, aun cuando su origen es controvertido. Algunas hipótesis lo vinculan al latín magnus (grande) o a una evolución de hermano en contextos mudéjares, usado como expresión afectiva. En cualquier caso, su uso actual se restringe coloquialmente a los zaragozanos, aunque fuera de Aragón a menudo se generaliza erróneamente a todos los habitantes de la comunidad. Además no a todos los aragoneses nos gusta ni es un término que se oiga todos los días por la calle, ni muchos menos. Solo lo es en los ámbitos más modestos cultural y socialmente
Bandera y escudo de Aragón
La bandera actual (cuatro barras rojas sobre fondo amarillo) hunde sus raíces en el siglo XII, vinculada a los reyes de Aragón. Su diseño se asocia a Alfonso II, quien la empleó durante la toma de Cuenca (1177) y simboliza la soberanía de la Corona aragonesa. Fue oficializada en 1984, junto al escudo, que integra cuatro elementos históricos:
- La cruz de Íñigo Arista (origen del reino).
- La cruz de San Jorge con cuatro cabezas cortadas de moro (conde de Barcelona).
- Las barras aragonesas.
- El árbol de Sobrarbe (mito fundacional).
Estos símbolos reflejan la síntesis de la historia medieval aragonesa, desde su etapa como condado pirenaico hasta su expansión mediterránea.
- La bandera encarna la continuidad histórica de una entidad política que, desde su núcleo originario en los Pirineos, gobernó territorios como Sicilia, Nápoles o Neopatria.
- El escudo plasma la fusión de identidades mediante elementos heráldicos que aluden a hitos como la Reconquista o la unión con Cataluña.
Curiosamente, la de Aragón es una de las pocas banderas del mundo que, para ser realmente la suya, necesita llevar el escudo bien visible. ¿La razón? Ese escudo es la seña de identidad de los reinos y condados que dieron forma a la Corona de Aragón. Otros, con menos abolengo y peso histórico, prefirieron apropiarse de símbolos que nunca fueron solo suyos. Aragón, si quisiera, podría hacerlo. Cataluña, por mucho que pese a algunos, históricamente, no.
Curiosidades
Un ejemplo paradigmático de la nobleza y el tesón aragonés es Gigantes y Cabezudos (1898), con libreto de Miguel Echegaray y Eizaguirre y música del maestro Manuel Fernández Caballero, una zarzuela ambientada en Zaragoza cuyo libreto exalta el carácter recio de los aragoneses mediante frases como los aragoneses somos gigantes por nuestra fuerza de voluntad y cabezudos por nuestra tozudez.
NOTA. Mientras finalizamos este artículo, caemos en la cuenta de que su publicación coincidirá con el Día de Aragón, la festividad de San Jorge –patrón de Aragón desde la Edad Media–, cuyo día, el 23 de abril, es festivo en la comunidad aragonesa desde al menos el siglo XV, como atestiguan las Cortes de Calatayud de 1461. Aunque en Cataluña se celebra como Sant Jordi con tradiciones como el intercambio de libros y rosas, allí no es festivo laboral, a diferencia de Aragón, donde sí lo es desde su institucionalización autonómica.
La vinculación del santo con los territorios catalanes deriva de su condición como patrón de la Corona de Aragón, entidad medieval que incluía los condados catalanes. De hecho, las Cortes catalanas bajo Juan II de Aragón impulsaron su culto en el siglo XV, pero siempre como parte de aquella estructura política supraterritorial.