¿Qué fue el saqueo de Amberes?
El 4 de noviembre de 1576, tropas de los tercios españoles amotinadas —principalmente por impagos de salarios tras la bancarrota de 1575— desataron un violento saqueo en Amberes, entonces una de las ciudades más ricas de Europa. Este episodio, conocido también como la Furia española, se enmarcaba en la Guerra de los Ochenta Años o Guerra de Flandes (1568-1648), donde las provincias neerlandesas luchaban por independizarse de la Monarquía Hispánica.
El saqueo de Amberes. Antecedentes
Tras la muerte del gobernador Luis de Requesens (1576), el vacío de poder y la falta de pagos a los soldados —debido a la bancarrota de Felipe II— generaron un motín generalizado. Las tropas españolas, acantonadas en Aalst (en español Alost), se encontraban en condiciones miserables: hambrientas, enfermas y sin recibir sus haberes durante meses. Mientras, en Amberes, las autoridades locales permitieron la entrada de tropas rebeldes holandesas, que intentaron tomar el castillo de Sancho Dávila, donde resistía una guarnición española.
El estallido de la violencia
Al conocer el asedio al castillo, los amotinados de Aalst marcharon hacia Amberes, uniendo fuerzas con otros tercios leales. Aunque los rebeldes holandeses triplicaban en número a los españoles, estos lanzaron un ataque sorpresa el 4 de noviembre. Tras romper las defensas, incendiaron el ayuntamiento y saquearon la ciudad durante tres días. Los testimonios de la época describen escenas dantescas: edificios en llamas, civiles masacrados y un pillaje sistemático. Las cifras de muertos varían, pero fuentes contemporáneas hablan de hasta 10.000 víctimas, aunque estudios modernos señalan números menores pero igualmente devastadores.
El saqueo de Amberes. Consecuencias
El saqueo aceleró la Pacificación de Gante (8 de noviembre de 1576), donde las provincias flamencas leales a España se unieron a las rebeldes para exigir la expulsión de los tercios. Este pacto, aunque efímero, marcó un punto de inflexión en la guerra. Además, el episodio alimentó la leyenda negra antiespañola, presentando a los tercios como hordas sanguinarias. Sin embargo, la realidad era más compleja: el motín respondía a deserciones institucionales (falta de pagos) y a una coyuntura de caos político, no a un plan premeditado de terror.
Amberes, que había sido el centro financiero de Europa, perdió su hegemonía en favor de Ámsterdam. Para España, el saqueo simbolizó los límites de su poder militar ante la incapacidad de sostener económicamente sus ejércitos. A largo plazo, el episodio se convirtió en un emblema de la crueldad bélica y en un argumento recurrente de la propaganda antiespañola, que aún hoy perdura en el imaginario colectivo europeo.