Juan Bautista Aguirre
A una dama imaginaria, de Juan Bautista Aguirre
Qué linda cara que tienes,
válgate Dios por muchacha,
que si te miro, me rindes
y si me miras, me matas.
Esos tus hermosos ojos
son en ti, divina ingrata,
arpones cuando los flechas,
puñales cuando los clavas.
Esa tu boca traviesa,
brinda entre coral y nácar,
un veneno que da vida
y una dulzura que mata.
En ella las gracias viven;
novedad privilegiada,
que haya en tu boca hermosura
sin que haya en ella desgracia.
Primores y agrados hay
en tu talle y en tu cara
todo tu cuerpo es aliento,
y todo tu aliento es alma.
El licencioso cabello
airosamente declara,
que hay en lo negro hermosura,
y en lo desairado hay gala.
Arco de amor son tus cejas,
de cuyas flechas tiranas,
ni quien se defiende es cuerdo,
ni dichoso quien se escapa.
¡Qué desdeñosa te burlas!
y ¡qué traidora te ufanas,
a tantas fatigas firme,
y a tantas finezas falsa!
¡Qué mal imitas al cielo
pródigo contigo en gracias,
pues no sabes hacer una
cuando sabes tener tantas!
Sobre A una dama imaginaria
Incorporamos a nuestro Poemario esta obra A una dama imaginaria, uno de los poemas más representativos del ecuatoriano Juan Bautista Aguirre (1725-1786), figura central de la literatura colonial hispanoamericana y también exponente destacado del barroco literario en Ecuador. El poema, escrito en forma de romance, se inscribe dentro de la tradición de la poesía amorosa barroca, caracterizada por el ingenio, la paradoja y el uso de imágenes elaboradas.
Así, en este poema, Aguirre construye la figura de una mujer idealizada, cuyos atributos físicos y espirituales son descritos con gran riqueza metafórica y recursos retóricos propios del culteranismo. El poeta combina elogio y paradoja: la belleza de la dama es tan poderosa que si te miro, me rindes / y si me miras, me matas, y su boca ofrece un veneno que da vida / y una dulzura que mata. Esta dualidad entre lo real y lo imaginario, entre el deseo y la imposibilidad, es uno de los ejes temáticos del poema, que juega constantemente con la frontera entre la admiración sincera y la ironía sutil.
El poema destaca por su musicalidad y ritmo, propios del romance, y por la habilidad de Aguirre para emplear comparaciones sorprendentes (los ojos como arpones y puñales, las cejas como arco de amor, el cabello que airosamente declara, / que hay en lo negro hermosura). Además, el tono festivo y lúdico se combina con una mirada crítica hacia los ideales de belleza y el comportamiento de la dama, que se muestra desdeñosa y traidora, capaz de burlar y ufanar a quienes la cortejan.
La publicación fue póstuma y tardía. Los primeros manuscritos de Aguirre se mantuvieron dispersos y no fue hasta el siglo XX que su obra fue recuperada y editada. La edición más conocida y completa de su obra, incluyendo A una dama imaginaria, apareció en 1982 bajo el título Obra lírica. Versos castellanos, obras juveniles, misceláneas.
Sobre Juan Bautista Aguirre
Juan Bautista Aguirre (1725-1786) fue un poeta, filósofo y religioso jesuita ecuatoriano, una figura clave del barroco literario en Hispanoamérica. Nació el 11 de abril de 1725 en Daule, (actualmente Ecuador).
Desde joven mostró inclinación por la literatura y la religión. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1758 y desarrolló una destacada carrera como docente, impartiendo Retórica, Derecho Canónico y Filosofía en la Universidad de San Gregorio Magno de Quito. Sin embargo, su vida giró cuando en 1767 los jesuitas fueron expulsados de Hispanoamérica, lo que lo obligó a partir al exilio en Italia. Allí continuó su labor educativa en Faenza, donde tuvo como alumno al futuro papa Pío VII.
Aguirre cultivó una obra literaria variada que abarca poesía amorosa, religiosa y moral, influenciada por autores barrocos españoles como Góngora, Cetina y Calderón de la Barca. Entre sus poemas más conocidos se encuentra A una dama imaginaria. También escribió epístolas y sonetos. Aunque su obra permaneció en gran medida olvidada durante el siglo XIX, fue redescubierta y valorada en el siglo XX.
Además, fue un innovador en la enseñanza, introduciendo métodos ilustrados y experimentales que rompían con la tradición escolástica dominante. En oratoria, también demostró su habilidad para la persuasión y la emotividad.
Juan Bautista Aguirre falleció en Tívoli (Italia), el 15 de junio de 1786, a los 61 años de edad.