El insulto, cuando es certero, no necesita elevar la voz ni recurrir a la grosería. Basta una palabra bien colocada, con historia, con filo, con intención. En esta serie de minitratados, analizamos insultos que no solo hieren: también enseñan, retratan y, a veces, hacen reír.
Hoy, nos detenemos en uno que parece menor pero encierra siglos de desdén: sieso. Un término que, como el personaje que lo inspira, no necesita mucho para incomodar.
Insulto | Sieso |
---|---|
Significado | Persona desagradable, antipática o desabrida; alguien con quien resulta difícil convivir o tratar |
Etimología | Proviene del latín sessus (asiento), que dio lugar al término anatómico para el ano. De ahí, por extensión metafórica y eufemística, pasó a designar a alguien molesto o repelente, como esa parte del cuerpo que se prefiere no mencionar |
Usos comunes | No seas sieso, hombre, que estamos de fiesta. / Vino aquel sieso y nos aguó la reunión |
Curiosidades | En Andalucía, especialmente en Sevilla, se usa con frecuencia y se asocia a la expresión saborío. En el dialecto de Peraleda de la Mata (Cáceres), está la forma enfática sieso manío, que añade el matiz de algo mohoso o estropeado. El término aparece en textos médicos del siglo XVI como sinónimo culto de ano, lo que explica su evolución hacia el insulto popular |
Llamar a alguien sieso no es insultar por insultar: es diagnosticar una actitud, señalar una falta de sal, de gracia, de humanidad.
Es un insulto que no grita, pero tampoco perdona. Y como ocurre con las palabras que sobreviven al tiempo, su fuerza no está en el volumen, sino en la precisión. Porque a veces, lo más hiriente no es lo que se dice… sino cómo se dice.