Son de…los Alpes, por abreviar.
El arpitano nació en la Edad Media en una región que no se define por los límites políticos modernos, sino por una geografía de valles, pasos alpinos y ciudades históricas.
Surgió como una evolución del latín vulgar, al igual que otras lenguas romances, pero con una trayectoria que lo alejó tanto del francés como del occitano. De ahí su nombre alternativo: francoprovenzal, que refleja su posición intermedia entre el dominio del francés (franco) y el del occitano (provenzal).
Aunque durante siglos se habló en una amplia zona que abarcaba partes de Francia (especialmente en la región de Rhône-Alpes), Suiza (en el cantón de Valais y el área de Friburgo) e Italia (en el Valle de Aosta y algunas zonas del Piamonte), el arpitano nunca logró consolidarse como lengua oficial. Su historia es la de una lengua que floreció en lo cotidiano, en lo rural, en lo íntimo.
El nombre como bandera
El término arpitano fue propuesto en el siglo XX para designar la lengua tradicional hablada en regiones alpinas de Francia, Suiza e Italia, conocida también como francoprovenzal. Deriva de Arpitania, nombre simbólico que alude a los Alpes (Arp-) y busca expresar una identidad cultural común entre comunidades dispersas. Más que una etiqueta lingüística, arpitano representa el vínculo entre lengua, territorio e historia.
Arpitano y sus circunstancias
El arpitano fue durante mucho tiempo la lengua de campesinos, comerciantes y comunidades aisladas por la geografía alpina. Su falta de estandarización y prestigio institucional lo condenó a una lenta erosión frente al avance del francés, especialmente desde el siglo XIX, cuando los estados nacionales comenzaron a imponer lenguas oficiales en la educación y la administración.
Sin embargo, su resistencia no fue pasiva. En muchas aldeas, el arpitano siguió siendo la lengua del hogar, de los cuentos, de las canciones. Su transmisión oral lo mantuvo vivo, aunque fragmentado en numerosos dialectos locales, cada uno con sus propias particularidades fonéticas y léxicas.
¿Dónde se habla hoy?
Aunque su uso ha disminuido drásticamente, el arpitano no ha desaparecido. En el Valle de Aosta, por ejemplo, aún se conserva en algunas comunidades, aunque el italiano y el francés dominan la vida pública. En Suiza, ciertos hablantes lo mantienen como lengua de identidad y en Francia, especialmente en Saboya y el Franco Condado, hay asociaciones que luchan por su revitalización.
Lo curioso es que, a pesar de su marginalidad, el arpitano ha despertado un renovado interés en las últimas décadas. Lingüistas, activistas culturales y hablantes apasionados han comenzado a documentarlo, enseñarlo y promoverlo como parte del patrimonio intangible de Europa.
Una gramática con personalidad
El arpitano tiene rasgos que lo distinguen claramente del francés. Por ejemplo, conserva la distinción entre vocales largas y cortas, algo que el francés perdió. También mantiene formas verbales arcaicas y estructuras sintácticas que recuerdan al latín, como el uso frecuente del subjuntivo en contextos donde el francés moderno ya no lo emplea.
Además, su sistema de conjugación verbal es más complejo que el del francés, con formas que varían entre dialectos. Esto ha dificultado su estandarización, pero también le da una riqueza expresiva notable.
Arpitano. Usos y curiosidades
Aunque hoy el arpitano no se usa en la administración ni en los medios de comunicación, su presencia cultural es fuerte en ciertos ámbitos. Hay literatura popular escrita en dialectos arpitanos, canciones tradicionales que se siguen interpretando y hasta festivales donde se celebra la lengua como símbolo de identidad regional.
En algunas zonas, el arpitano ha influido en el acento y el vocabulario del francés local, creando variedades híbridas que son testimonio de una convivencia lingüística prolongada.