Presentamos en Personajes y figuras a Bartolomé de Carranza, que nació en 1503 en Miranda de Arga (Navarra), en el seno de una familia de hidalgos modestos.
Bartolomé de Carranza. Orígenes
Huérfano de madre a temprana edad, lo educó su tío Sancho Carranza, catedrático en la Universidad de Alcalá, quien influyó decisivamente en su formación intelectual. Pronto destacó por su capacidad para el estudio y su inclinación a la vida religiosa, decidiendo ingresar en la Orden de Santo Domingo a los dieciséis años, pese a la oposición familiar. Su paso por instituciones como el Colegio de San Eugenio de Alcalá y el Colegio de San Gregorio de Valladolid fue brillante: allí completó estudios de gramática, artes, filosofía y teología y, con poco más de treinta años, ya era Regente Mayor del Colegio.
Su trayectoria
Se distinguió desde joven por su rigor intelectual y su apertura a las corrientes reformistas, en particular por su admiración hacia Erasmo de Rotterdam y su defensa de un cristianismo más bíblico y menos ritualista. Obtuvo el grado de Maestro en Teología en Roma en 1539 y fue un reputado docente y predicador en Valladolid, donde también se implicó en la asistencia a los pobres durante la hambruna de 1540, defendiendo que los bienes eclesiásticos debían servir prioritariamente a los necesitados.
Su prestigio le llevó a ser consultado por la Inquisición y la Corte y a rechazar cargos como el obispado del Cuzco y el puesto de confesor real, aunque finalmente aceptó acompañar a Felipe II a Inglaterra en 1554, donde jugó un papel clave en la restauración del catolicismo tras la Reforma anglicana. Fue uno de los teólogos españoles más destacados en el Concilio de Trento, donde defendió con firmeza las posiciones católicas y la dignidad intelectual española.
Bartolomé de Carranza. Proceso inquisitorial
En 1557, Felipe II lo propuso para la sede de Toledo, la más importante de la península y Carranza aceptó tras ciertas reticencias. Su obra más influyente, los Comentarios sobre el Catecismo Cristiano (1558), le valió acusaciones de luteranismo y herejía, en un clima de creciente sospecha y persecución hacia cualquier atisbo de reforma o apertura intelectual. Lo arrestó la Inquisición en 1559 y pasó casi diecisiete años entre cárceles y procesos, primero en Valladolid y luego en Roma, donde le absolvieron de herejía formal, aunque tuvo que abjurar de varias proposiciones y le suspendieron temporalmente de su gobierno episcopal.
Carranza murió en Roma en 1576, días después de conocer el final de su proceso inquisitorial, en el convento dominico de Santa Maria sobre Minerva
Su figura encarna la tensión entre la ortodoxia católica y la apertura intelectual en la España del siglo XVI, así como la tragedia de los grandes reformadores atrapados entre la fidelidad a la Iglesia y las sospechas de heterodoxia.