Exordio
Hoy es lunes y, desde luego, es un buen momento para que hablarydecir les desee a todos ustedes una feliz semana. Y eso, por supuesto que lo hacemos. Ahora bien, el título va por otros derroteros… Vean, vean.
¿Qué es una semana?
No, no, no estamos de choteo, no, al contrario. Y por eso hemos de explicar qué es una semana. Según el diccionario oficial, procede del latín tardío septimāna y significa: serie de siete días naturales consecutivos, del lunes al domingo o período de siete días consecutivos.
Por tanto, se trata de siete días que, eso sí, podrían reducirse a cinco si se tratase de una semana laboral. Y ya discuparán la impertinencia de explicar obviedades…
La Semana de la Ciencia en Aragón
Pero no parece tan obvio lo anterior. En el mundo de la divulgación científica, acontecimientos como una Semana de la Ciencia son fundamentales para acercar el conocimiento al público general. Sin embargo, un fenómeno preocupante llama la atención: la extensión a períodos que superan claramente los siete días que componen una semana. Este hecho, aparentemente trivial, plantea cuestiones sobre el rigor científico y la precisión lingüística en el ámbito académico y de divulgación.
Y en la realidad vemos la Semana de la Ciencia en Aragón que se extiende del 4 al 17 de noviembre. La contradicción es evidente: dos semanas completas bajo el nombre de semana. Esta discrepancia entre el título y la duración real no es solo una cuestión de semántica; representa una falla fundamental en la aplicación de los principios científicos básicos.
Problemas de la semana larga
Este uso impreciso del lenguaje por parte de quienes deberían ser los guardianes del rigor científico es, efectivamente, problemático por varias razones:
Falta de precisión. La ciencia se basa en la exactitud y la precisión. Usar semana para describir un período de dos semanas es fundamentalmente inexacto.
Contradicción con los principios científicos. El rigor y la precisión son pilares fundamentales del método científico. Esta imprecisión lingüística contradice estos principios básicos.
Mal ejemplo y colosal falta de respeto al rigor. Los organizadores de acontecimientos científicos deberían ser modelos de comunicación precisa y minuciosa.
Desvalorización de las ciencias lingüísticas. La lexicografía, el vocabulario y la gramática son disciplinas científicas que merecen el mismo respeto y rigor que cualquier otra ciencia. Al utilizar semana para describir un período de dos semanas, se está desvalorizando la importancia de estas disciplinas lingüísticas.
Erosión del lenguaje. Permitir este tipo de imprecisiones contribuye a una erosión de la precisión lingüística en ámbitos científicos y académicos. Si se acepta que una semana puede durar dos semanas, ¿qué otras inexactitudes se podrían tolerar en el futuro?
Credibilidad comprometida. La credibilidad es la moneda de cambio en el mundo científico. Cuando los organizadores de actos científicos muestran una falta de atención a los detalles lingüísticos, están poniendo en riesgo su propia credibilidad y, por extensión, la del acontecimiento que organizan. Esta negligencia nos lleva a cuestionar la rigurosidad de otros aspectos del evento y de sus organizadores o, peor aún, de la ciencia en general.
Oportunidad perdida. Estos actos académicos son una oportunidad para educar al público sobre la importancia de la precisión en la ciencia, incluyendo la precisión lingüística. Son oportunidades fantásticas para educar no solo sobre temas científicos concretos, sino también sobre la importancia del método científico y el pensamiento crítico. Al utilizar el lenguaje de manera imprecisa, se pierde una valiosa oportunidad para demostrar esta importancia.
Corolario
Cuando los responsables de comunicar ciencia no son rigurosos en su presentación, se genera una percepción de descuido o falta de profesionalismo. Esto lleva a que se cuestione no solo la calidad del evento en sí, sino también la validez y la seriedad de la información presentada.
La flagrante contradicción en el nombre de la Semana de la Ciencia que dura dos semanas es más que una simple curiosidad lingüística. Es un síntoma de un problema más amplio en la comunicación científica y un recordatorio de la importancia de mantener los más altos estándares de rigor en todos los aspectos de la ciencia, incluido el uso del lenguaje.
Y, claro, lo hacen con nuestro dinero…