Texto íntegro de Caballo imaginando a Dios, de Augusto Monterroso
A pesar de lo que digan, la idea de un cielo habitado por Caballos y presidido por un Dios con figura equina repugna al buen gusto y a la lógica más elemental, razonaba el otro día el caballo.
Todo el mundo sabe -continuaba en su razonamiento- que si los Caballos fuéramos capaces de imaginar a Dios lo imaginaríamos en forma de Jinete.
Sobre Caballo imaginando a Dios
Casi un año ha transcurrido si publicar nada en hablarydecir sobre el célebre Monterroso pero, finalmente, ha llegado el día para presentar esta obra maestra que conjuga fondo, forma y concisión.
Publicó Augusto Monterroso este microrrelato en La oveja negra y demás fábulas (1969). Es una breve reflexión sobre la relación entre los seres y la idea de divinidad. En el relato, el caballo razona que imaginar a Dios con forma equina sería ilógico y de mal gusto, ya que eso implicaría proyectar las propias limitaciones sobre una entidad superior. Según el caballo, si su especie fuera capaz de concebir a Dios, lo imaginaría como un jinete, alguien que lo guía, lo cuida y lo conduce, representando así una figura de autoridad y perfección.
El texto plantea una crítica implícita al antropocentrismo, ya que los seres humanos suelen imaginar a Dios a su propia imagen y semejanza, reflejando soberbia y limitación. En contraste, el caballo, con humildad, acepta su posición subordinada en la jerarquía natural y proyecta su idea de divinidad en alguien que lo trasciende: el jinete.
Esta fábula filosófica invita a reflexionar sobre cómo cada ser o cultura idealiza a Dios según sus propias experiencias y necesidades. Mientras el caballo ve en el jinete la encarnación del cuidado y la guía perfecta, los humanos tienden a crear dioses que reflejan sus propios valores, defectos o aspiraciones.
El relato no solo se aplica al caballo; puede interpretarse como una metáfora de cualquier ser que busca comprender lo inalcanzable desde su perspectiva limitada.
Sobre Monterroso
Augusto Monterroso Bonilla (1921-2003), escritor nacido en Tegucigalpa y miembro de la Academia Hondureña de la Lengua, adoptó la nacionalidad guatemalteca y se convirtió en una figura destacada de la literatura hispanoamericana. Es conocido como el maestro del microrrelato, un género que perfeccionó con obras como Obras completas (y otros cuentos) (1959) y su célebre relato El dinosaurio. Su estilo combina el humor y la ironía con reflexiones sobre la condición humana.
Monterroso vivió en Guatemala durante su juventud, donde se opuso a la dictadura de Jorge Ubico y fundó el diario El Espectador. Debido a sus actividades políticas, fue exiliado a México en 1944, país donde residió la mayor parte de su vida y desarrolló su carrera literaria. Entre sus obras más reconocidas están La oveja negra y demás fábulas (1969), Movimiento perpetuo (1972) y Viaje al centro de la fábula (1981). Recibió numerosos premios, como el Príncipe de Asturias de las Letras en 2000.
Su escritura, caracterizada por su brevedad y precisión, aborda temas universales con un enfoque crítico y humorístico, lo que lo consolidó como uno de los grandes innovadores del microrrelato.
Augusto Monterroso falleció en Ciudad de México, el 7 de febrero de 2003, a los 81 años de edad.