Presentamos en Criminales y otros delincuentes a una genocida, como suena.
La reciente decisión del Congreso de los Diputados de rendir homenaje a nueve parlamentarias de la II República (no hay asuntos más urgentes por resolver, por lo visto) ha reavivado el debate sobre la memoria histórica. Entre las elegidas figura la criminal Dolores Ibárruri Gómez, La Pasionaria, figura del comunismo español cuya trayectoria política y criminal no permite dudas.
Que se le erija un busto en la sede parlamentaria plantea una pregunta: ¿debe una democracia liberal celebrar a quien exaltó la violencia revolucionaria y participó activamente en el régimen más represivo del siglo XX? No es menester mucha respuesta…
La Pasionaria. De la mina al mitin
Nacida en 1895 en Gallarta (Vizcaya), Ibárruri emergió desde la pobreza minera hacia la prominencia política como dirigente del sangriento Partido Comunista de España (PCE). En 1936 fue elegida diputada por Asturias y se convirtió en vicepresidenta de las Cortes republicanas durante la Guerra Civil. Con una oratoria apasionada, frases como ¡No pasarán! (pero pasaron) y Más vale morir de pie que vivir de rodillas, aunque ella jamás pisó el frente de combate, forjaron su mito, mientras su activismo se radicalizaba al calor del conflicto.
Palabras y cicatrices
Algunas de sus intervenciones públicas son objeto de controversia por su tono premonitorio y agresivo. Entre otras muchas:
- Durante un tenso debate parlamentario en julio de 1936, se le atribuye haber dicho a José Calvo Sotelo: Este es su último discurso. Días después, asesinaron al diputado y aunque no hay registro oficial, historiadores como Salvador de Madariaga sostienen que la frase se pronunció.
- En artículos del periódico comunista Mundo Obrero, Ibárruri llamó a extirpar y aplastar como fieras rabiosas a los disidentes, reflejando su postura inflexible frente a cualquier corriente opositora, incluidos los trotskistas.
- También se le atribuye la frase Hijos sí, maridos no.
Exilio y afinidad estalinista
Tras la derrota republicana, La Pasionaria se exilió en la Unión Soviética (¿dónde si no?) donde permaneció durante décadas bajo la protección del régimen estalinista. Desde allí dirigió el PCE en el exilio (1942–1960), manteniendo una defensa férrea del genocida comunismo soviético, sin mostrar públicamente reparos frente a las purgas, el autoritarismo o los gulags.
Aunque nunca fue condenada judicialmente ni se la vincula de forma directa con crímenes de guerra, su papel como justificadora del totalitarismo comunista y del uso político de la violencia deja un sentido ético difícil de conciliar con los valores democráticos contemporáneos.
Pasionaria. Otra criminal con busto en el Congreso de los Diputados
Rendirle homenaje en el Congreso, justo en el lugar donde pronunció algunas de sus frases más controversiales, no es un simple acto conmemorativo. Es un gesto con carga política y simbólica que genera inquietud en quienes creen que no se debe glorificar a quienes promovieron la exclusión ideológica, la intolerancia, la radicalización social y el crimen.
Se trata de blanquear una trayectoria marcada por la connivencia con el estalinismo y la retórica de confrontación extrema.
Celebrar a Dolores Ibárruri es ignorar las tensiones de la historia española. Su figura encarna tanto el coraje político como la deriva sectaria. Por tanto, erigirle un busto en el Parlamento es solo una provocación más mientras se señalan a la perfección los valores que merece hoy nuestra admiración institucional.