Llega hoy un apasionante desconocido, un hombre de honor, que ya se queda con nosotros en Personajes y figuras.
El general Leopoldo Saro
Aunque nació en Camagüey (Cuba) en 1878, Leopoldo Saro Marín se consideró siempre ubetense. Su madre era natural de Úbeda, y él mismo contrajo matrimonio con una prima de la ciudad. En 1910 fue declarado Hijo Adoptivo, y su vínculo con la localidad no fue solo afectivo, sino profundamente activo: Saro convirtió Úbeda en un laboratorio de modernización y civismo.
Impulsó la biblioteca municipal, grupos escolares en barrios humildes, la electrificación, el abastecimiento de agua potable, el Parador de Turismo, la reconstrucción de la Casa de las Torres, la Escuela de Artes y Oficios y el Teatro Ideal Cinema. También apoyó la Comunidad de Regantes del Canal de Jandulilla y promovió el pantano del Tranco de Beas, el más importante de Jaén.
Milicia y modernidad: el general Saro
Formado en la Academia de Toledo, combatió en la guerra de Cuba como joven teniente. En 1909 fue movilizado a Melilla, donde destacó en el Barranco del Lobo, Taxdirt, Hidum y Bohuat, donde fue herido de bala. Recibió la Cruz de María Cristina y fue nombrado gentilhombre de cámara de Alfonso XIII. En 1921, tras el desastre de Annual, volvió a Marruecos y participó en la conquista de Nador y Sebt.
Su momento culminante llegó en 1925 con el Desembarco de Alhucemas, la primera gran operación anfibia moderna. Saro comandó una de las dos brigadas, con 4.500 hombres, entre ellos el coronel Francisco Franco. La acción, apoyada por las armadas de España y Francia, marcó el fin de la guerra del Rif y consolidó su prestigio militar.
El Cuadrilátero y la caída
Miembro del núcleo conspirativo conocido como el Cuadrilátero, Saro apoyó el golpe de Primo de Rivera en 1923. Fue ascendido a teniente general y nombrado Capitán General de Andalucía. Recibió numerosas distinciones, entre ellas la Gran Cruz del Mérito Naval y la de San Hermenegildo.
Pero con la II República, fue apartado del servicio, detenido en Barcelona y condenado por alta traición por el Tribunal de Responsabilidades Políticas por su participación en el pronunciamiento de Primo de Rivera. Paradójicamente, políticos que entonces ocupaban el poder también habían colaborado con aquel régimen e incluso alguno como Largo Caballero, el Stalin español, ostentado cargos en la Dictadura. Y es que hay cosas que nunca cambian…
La muerte del general Saro
En agosto de 1936, milicianos anarquistas y socialistas lo buscaron en su finca de Úbeda. Al no encontrarlo, tirotearon y decapitaron su estatua. En Madrid, fusilaron su retrato. Finalmente fue capturado y ejecutado sin juicio ni pruebas. Lo normal en los frentepopulistas.
Saro exigió que sus verdugos se uniformaran correctamente y pidió dar él mismo la orden de fuego. Algunos soldados dispararon al aire, incapaces de apuntar contra quien les daba una lección de dignidad castrense.
La estatua sumergida
La escultura encargada por suscripción popular fue retirada por su familia ante la violencia republicana. Tras la guerra, apareció sumergida en una alberca. Restaurada, fue ubicada en la plaza que llevaba su nombre, pero en los años 2000 fue retirada por considerarse símbolo franquista.
En 2007, miles de firmas lograron su restitución. Como había sido erigida antes del franquismo y Saro no luchó en el bando nacional, la Ley de (des)Memoria Histórica no pudo borrarla. Hoy sigue en pie, con los impactos de bala aún visibles.
Un epitafio sin palabras
Saro fue enterrado bajo un pedestal discreto, a ras de suelo, con una sola inscripción: «SARO», sobre el escudo del condado ganado con honor. En Úbeda, su efigie sigue oteando el horizonte, recordando la gesta de Alhucemas y la complejidad de una vida entre la gloria militar, el compromiso civil y la tragedia política.