Tangencialmente, en el artículo sobre José Antonio Ortega Lara, hemos hablado de algunos criminales de la peor calaña que tienen —y han tenido— la suerte (no sé si a su pesar) de ser españoles para así aprovecharse de la enorme laxitud y condescendencia con la que aquí se trata a los asesinos. En todo caso, volvemos a la esencia de la sección Criminales y otros delincuentes analizando al mendigo asesino.
Francisco García, el mendigo asesino
Francisco García Escalero (Zamora, 24 de mayo de 1954 – Alicante, 19 de agosto de 2014), conocido también como el matamendigos o el asesino de mendigos, es uno de los criminales más inquietantes y perturbadores de la historia criminal española. Creció en un entorno de extrema precariedad, en una zona de chabolas a escasos metros del cementerio de La Almudena, en Madrid. Su niñez estuvo marcada por el abandono escolar, la soledad y una salud física y mental muy frágil. Desde pequeño mostró una personalidad retraída y una obsesión enfermiza con la muerte: deambulaba por los nichos, escuchaba voces y desarrolló tendencias suicidas, llegando a arrojarse a la carretera en varias ocasiones, lo que le valió graves lesiones y una relación violenta con su padre, que respondía con brutales palizas.
Sus primeros delitos
La adolescencia de Escalero fue un continuo internamiento en centros psiquiátricos y reformatorios. A los 16 años ingresó por primera vez en un psiquiátrico, donde comenzaron los pequeños hurtos y la exploración de casas abandonadas. Poco después, a los 19, participó en un asalto junto a varios cómplices: atacaron a una pareja cerca del cementerio y mientras retenían al novio, violaron a la joven. Por este delito fue condenado a 12 años de prisión, período en el que se tatuó frases reveladoras como Naciste para sufrir.
A la salida de la cárcel, la muerte de su padre y la falta de recursos agravaron su deterioro mental. Cayó en la indigencia, aumentó su consumo de alcohol y pastillas y comenzó a frecuentar el cementerio de La Almudena, donde practicaba necrofilia y dormía entre los nichos. Sexualmente alternaba relaciones con prostitutas, a las que forzaba o agredía y él mismo también llegó a prostituirse.
Los crímenes del mendigo asesino
Entre 1987 y 1994, asesinó al menos a once personas, casi todas indigentes, aunque la cifra real podría ser mayor. Sus crímenes destacaban por una violencia extrema y una macabra puesta en escena: decapitaciones, mutilaciones, cuerpos quemados, necrofilia y, en algunos casos, canibalismo. La primera víctima reconocida fue una prostituta a la que apuñaló, decapitó y carbonizó. Posteriormente, asesinó a varios mendigos, a algunos de los cuales les arrancó las yemas de los dedos, les cortó el pene o los quemó vivos. En ocasiones, desenterraba cadáveres para practicar necrofilia y canibalismo.
La brutalidad de sus actos y la elección de víctimas marginales hicieron que la policía tardara años en relacionar los crímenes. Cuando fue detenido en 1994, confesó con frialdad y detalle catorce asesinatos, relatando el impulso irrefrenable que sentía por matar y la satisfacción que le producían los actos sexuales con cadáveres.
Perfil psiquiátrico
Los informes forenses determinaron que Escalero padecía esquizofrenia, alcoholismo crónico, necrofilia y una grave alteración de la personalidad. En el juicio celebrado en 1995, la Audiencia Provincial de Madrid le declaró inimputable por enajenación mental, por lo que fue absuelto penalmente y recluido en el psiquiátrico penitenciario de Alicante.
Durante su internamiento, quienes lo trataron describieron un trato afable y nunca volvió a mostrar violencia. Murió en 2014 en la prisión de Fontcalent, tras un episodio confuso en el que no se pudo determinar si falleció por un paro cardíaco o por atragantamiento.
NOTA. La fotografía adjunta procede del diario El Mundo.