Ayer, la hija de Juan Carlos Iglesias Chouzas, alias Gadafi, compareció en el Parlamento Europeo para cargar duramente contra la política penitenciaria española. En su intervención, lejos de mostrar respeto por las víctimas del terrorismo, se dedicó a presentar a su padre como una víctima del sistema judicial, ignorando la brutalidad de los crímenes cometidos por él y la organización a la que sirvió.
Resulta inaceptable que se pretenda blanquear la figura de cualquier etarra mientras se ignora el sufrimiento causado a miles de familias. Su discurso, lejos de buscar justicia o reconciliación, es un insulto a la memoria de quienes fueron asesinados y a la dignidad de una sociedad que aún arrastra las cicatrices del terrorismo.
Pero son un engranaje básico en el poder de otro criminal, el tal Pedro Sánchez.
Gadafi: Orígenes y juventud
Juan Carlos Iglesias Chouzas nació en Bilbao en 1966, en el seno de una familia vasca de clase trabajadora. Poco se conoce públicamente sobre su infancia o estudios, pero, como tantos otros jóvenes de su entorno en los años 80, fue captado por el entorno radical abertzale, donde la exaltación de la violencia y el odio a España se presentaban como herramientas legítimas de lucha política.
Su integración en la ETA se produjo a finales de los años 80, cuando la organización terrorista vivía una de sus etapas más sangrientas. Rápidamente ascendió a puestos de responsabilidad en el Comando Vizcaya, uno de los más activos y letales de la banda. Entre 1987 y 1992, Gadafi dirigió y participó en atentados que acabaron con la vida de al menos ocho personas, aunque el Ministerio del Interior le atribuye hasta quince asesinatos más no confirmados judicialmente.
Crímenes y actividad
El atentado más infame perpetrado por Iglesias Chouzas fue el asesinato del pequeño Fabio Moreno, de apenas dos años, en 1991. Gadafi colocó una bomba lapa bajo el asiento del copiloto del coche de un guardia civil, sabiendo que allí solían viajar los hijos del agente. El artefacto explotó cuando el padre recogía a sus gemelos, matando al niño e hiriendo gravemente al hermano. Este acto le valió el apodo de mataniños incluso entre sus propios compañeros de la banda. Su frialdad y falta absoluta de remordimiento le hicieron ganarse también el alias de la Bestia.
Fue un militante convencido de la causa independentista vasca más radical, defendiendo la violencia como única vía para lograr sus objetivos. Nunca mostró arrepentimiento genuino por sus crímenes y su discurso siempre estuvo alineado con la justificación del asesinato como lucha política.
Relaciones personales: Nagore Múgica y su hija
Durante su actividad en ETA, Iglesias Chouzas mantuvo una relación sentimental con Nagore Múgica, también miembro activa de la organización. Juntos compartieron militancia, clandestinidad y años de prisión. Múgica fue detenida y condenada por su participación en una quincena de atentados y ambos tuvieron una hija durante su etapa en el exilio en Francia y México. La hija de ambos ha seguido vinculada al entorno político y social que justifica el terrorismo, como demuestra su reciente comparecencia en la UE, donde olvidó mencionar que las víctimas de sus padres solo reciben a sus familiares en el cementerio. ¿Y quien invitó a esta tipa a tal comparecencia? Podía haber sido el PSOE pero no, fue Pernando Barrena, diputado de Bildu y dirigente de la izquierda abertzale y condenado por pertenencia a ETA.
Situación actual
Pese a haber sido condenado a cientos de años de prisión, Iglesias Chouzas disfruta actualmente de un régimen de semilibertad gracias al artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario, que le permite salir de prisión durante el día y regresar solo para dormir, a pesar de no haber cumplido las tres cuartas partes de su condena ni haber mostrado un arrepentimiento real. Esta situación provoca indignación entre las víctimas y la sociedad española.
Gadafi. Retrato de un asesino
Es el prototipo del asesino sin escrúpulos, capaz de planificar y ejecutar atentados brutales sin la menor empatía por sus víctimas inocentes. Su trayectoria criminal, su falta de arrepentimiento y la utilización política de su figura por parte de su entorno familiar y social son la prueba de que, para algunos, el fanatismo y el odio pesan más que cualquier atisbo de humanidad. La sociedad española no debe olvidar ni permitir la manipulación de la memoria de las víctimas en aras de intereses políticos o revisionismos interesados. El sátrapa de la sentina también es responsable de esto.
¡ETA asesina!