Del latín tardío hircocervus ‘alce’, y este del latín hircus ‘macho cabrío’ y cervus ‘ciervo’.
La primera acepción es animal quimérico, compuesto de macho cabrío y ciervo.
Y la segunda, que proviene de la anterior, aquello que se propone como posible o verdadero no siéndolo. O sea, una quimera.
La palabra hircocervo aparece en El regreso del hicocervo de Jon Bilbao, que presenta una historia con una atmósfera oscura y resonancias lovecraftianas, en un pueblo donde ningún animal sobrevive a la medianoche.