Recuerdo una anécdota que nos contaba a sus alumnos un sabio de los de verdad, el profesor Antonio Beltrán Martínez. Él, que era un hombre tremendamente educado, ponderado y ecuánime, tenía una pasión ajena a la cultura y a su familia: el Real Zaragoza. En un partido en La Romareda, que frecuentaba siempre que podía, el árbitro pitó injustamente en contra de su equipo. Todo el campo estalló en un clamor con los insultos pertinentes hacia el colegiado, ya saben, borde, hijotal,… El profesor Beltrán, también enojado, siguió en su asiento hasta que cuando los ánimos se calmaron, se levantó, puso sus manos entre la boca y gritó a pleno pulmón: ¡Barroco! Cuantos le oyeron, le ovacionaron tanto que desde fuera podía haber pensado alguien que había metido un gol el Real Zaragoza. Fue un insulto diferente, con clase, preciso y certero.
No estamos en buena época para recrearnos en el juego sutil del insulto. Entre los buenismos y las minorías de toda clase y condición, la libertad de expresión se coarta. Bueno, y si no se coarta, al menos se acorta. ¿Y qué queda de la gracia en el insulto? Muy poca cosa, entre los cuatro o cinco que valen para todo y que están en todas las bocas, nos olvidamos de la exquisitez a la hora de zaherir. Y por estas razones, en hablarydecir estamos elaborando nuestra peculiar Guía del Insulto.
En la primera entrega, hemos seleccionado 12 curiosas ofensas y, poco a poco, iremos publicando el diccionario completo.
Pero ¿qué es insultar? Ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras. Palabra del diccionario oficial. Así:
Ababol: Prescindimos de la primera acepción del diccionario oficial que define ababol como amapola. La que nos interesa es la segunda, que explica que es una persona distraída, simple y abobada. Es un insulto originario de Aragón, La Rioja y Navarra pero, por razones que ahora se dirían de movilidad, es cierto que su uso se ha extendido ya al resto de España y no sé si también allende el Atlántico.
Archipámpano: Es una persona que se comporta como si fuera importantísimo, que no ejerce lo que es sino lo que imagina. O sea, un figurón.
Bausán: Sirve para insultar a esa persona que es boba, simple o necia.
Burricalvo: Aunque no lo reconozca la RAE, a quien se comporta (o es) bruta o incivilmente. Es especialmente conocido por usarlo Filemón contra Mortadelo (personaje calvo) en las historietas de Francisco Ibáñez.
Calientaestufas: ¿Hay algo más inútil y estúpido que quien se pone a calentar estufas? Pues eso, alguien que no sirve para nada, especialmente inútil.
Donnadie: Persona sin valía, poco conocida, de escaso poder e influencia. El objetivo es ningunear y despreciar al insultado considerándolo inferior.
Fantoche: Así se debe insultar a la persona que presume de lo que no es o que se comporta con afectación o ridiculez.
Lloramigas: Persona que se queja mucho o que busca consuelo en los demás.
Majunche: Es una palabra del Caribe que significa lo mismo que boludo, pelotudo o pendejo. El diccionario de la RAE dice que es un adjetivo coloquial propio de Venezuela y que significa algo inferior, deslucido o mediocre.
Mastuerzo: Persona necia y zafia.
Pisaverde: Vocablo apto para insultar al presumido y afeminado que no conoce más ocupación que la de acicalarse, perfumarse y andar vagando todo el día en busca de galanteos.
Sujetavelas: el sujetavelas, al que también se le puede llamar carabina es esa persona que siempre acompaña a una pareja. Y claro, mientras la pareja se besa, pasea o cena, el sujetavelas se queda allí pasmado con cara de envidia y con la única función de sujetar las velas para alumbrar a los novios.
NOTA: Estaremos encantados de recibir sus críticas, comentarios o sugerencias en hablarydecir@gmail.com