Tras los dos primeros pasos (la presentación y la neutralidad) en nuestro análisis sobre la heroica (y tan falseada como maltratada por quienes tienen a la mentira y al odio por estandarte) División Azul damos ya el tercero. Hoy, con División Azul (III) nos centramos en la crisis interna de 1941.
La División Azul (III). Crisis interna
En mayo de 1941, en un contexto de creciente tensión entre Alemania y España, se produjo una crisis política interna entre el Ejército y la Falange que supuso el mayor momento de inestabilidad del gobierno de Franco. Esta crisis se saldó con un control estatal más directo del partido y con la pérdida de poder de Serrano Súñer, aunque el verdadero beneficiado fue Franco, que consolidó su posición. Durante estos incidentes, Valentín Galarza Morante fue nombrado ministro de Gobernación, cargo que Serrano Súñer ambicionaba para acumular poder.
Galarza, al asumir el cargo, restó poder a los falangistas, sustituyendo la guardia falangista por policías y revocando el decreto que eximía a la prensa falangista de la censura previa. Franco nombró a personas de confianza en el Ministerio de Gobernación y llevó a cabo una reestructuración militar para asegurar su poder. El descontento de la Falange se manifestó en la dimisión de varios jefes provinciales.
La pugna entre Galarza y Serrano Súñer continuó, con Franco como mediador, utilizando maniobras evasivas para justificar el control de la prensa. Serrano Súñer fue perdiendo apoyos, aunque los camisas viejas no se rebelaron abiertamente contra Franco. La tensión culminó cuando Serrano Súñer insinuó su dimisión, pero Franco le pidió reconsiderarla. Para calmar los ánimos, se creó la Vicesecretaría de Educación Popular, dependiente de la Falange y se prometió a los falangistas el control de varios ministerios. Sin embargo, Franco pronto revocó estas concesiones y destituyó a varios cargos falangistas.
Equilibrios
El 19 de mayo, Franco equilibró temporalmente el poder entre Ejército y Falange, nombrando a Arrese y Girón en puestos clave, aunque el control real seguía en manos de Franco. El embajador alemán, Stohrer, interpretó esto como un triunfo de Serrano Súñer y la Falange, pero el nombramiento de Moscardó, un militar, como jefe de las milicias falangistas, demostró que Franco era el verdadero beneficiado. El declive de Serrano Súñer coincidió con el ascenso de Carrero Blanco. Franco también tomó el control de la Delegación Nacional de Sindicatos, destituyendo a Gerardo Salvador Merino, claramente proalemán, y reorganizó la Falange, dividiéndola en vicesecretarías para consolidar su poder. La salida de Salvador Merino acabó con la posibilidad de una España sindical y debilitó aún más a Serrano Súñer, aunque la inminente invasión de la URSS le daría un nuevo protagonismo.