Tras los primeros episodios previos, entramos ya en lo que fue, por sí misma, la División Azul…
División Azul. Composición
La creación de la División Azul fue un acontecimiento de enorme trascendencia en la historia contemporánea española. El 24 de junio de 1941, apenas dos días después del inicio de la Operación Barbarroja, Serrano Súñer anunció el reclutamiento de voluntarios para combatir junto a la Wehrmacht en el frente ruso. Este gesto fue entendido como un acto de gratitud hacia Alemania por su apoyo durante la Guerra Civil y, al mismo tiempo, como una forma de canalizar el fervor anticomunista que impregnaba a buena parte de la sociedad española tras el conflicto civil.
La convocatoria atrajo a una gran variedad de voluntarios. Por un lado, acudieron veteranos del bando nacional que veían en la lucha contra el comunismo una continuación de la cruzada emprendida en España. Por otro, se sumaron jóvenes falangistas, movidos por el idealismo y el deseo de vivir una experiencia heroica. No faltaron tampoco quienes buscaban redimirse de un pasado republicano, mejorar su posición social, acceder a empleos reservados para excombatientes o simplemente escapar de la difícil situación económica y social de la posguerra. El reclutamiento se realizó en cuarteles, pero también en presidios, lo que permitió que algunos presos vieran la División Azul como una oportunidad de redención o incluso de fuga.
Selección
El proceso de selección y organización fue rápido y eficiente. Se establecieron banderines de enganche en las principales ciudades, como el famoso cartel de reclutamiento en Barcelona y se fijaron criterios de admisión que, en la práctica, permitieron una notable heterogeneidad en la composición de la unidad. En total, unos 45.500 hombres partieron hacia Rusia, integrados en la 250.ª División de Infantería de la Wehrmacht, aunque la cifra de voluntarios españoles que pasaron por el frente oriental durante toda la guerra fue aún mayor debido a los relevos.
La División Azul se convirtió en un símbolo de la alianza hispano-germana y del compromiso de España en la lucha contra el comunismo internacional, aunque oficialmente el país mantuvo su neutralidad. El régimen de Franco supo aprovechar la gesta para reforzar su legitimidad interna y proyectar una imagen de firmeza y unidad ante el exterior, sin comprometerse en exceso con el Eje. La prensa y la propaganda exaltaron el sacrificio y el heroísmo de los divisionarios, presentándolos como la vanguardia de una España nueva y regenerada.
La despedida
Por la estación del Norte madrileña, el 13 de julio de 1941, parten hacia Irún, para seguir viaje después hacia Rusia, el mayor contingente de voluntarios –unos 18.000– que integran la División Azul, al mando del General de Infantería Agustín Muñoz Grandes. Este primer batallón de divisionarios es despedido con todos los honores en la citada estación del Norte.
Habló Serrano Suñer y estuvieron presentes en el acto el ministro del Ejército, el de Agricultura y el Ministro Secretario, José Luis Arrese Magra, así como la Delegada Nacional de la Sección Femenina. También acudieron a la despedida los generales Moscardó, Saliquet, Millán Astray, Rada y Peral, Borbón y de la Torre, Alonso Vega y Álvarez Arenas.
División Azul. Disciplina y adaptabilidad
En el plano militar, la División Azul se distinguió por su disciplina y capacidad de adaptación a las duras condiciones del frente ruso. Participó en combates decisivos, como el asedio de Leningrado y sufrió importantes bajas, lo que acrecentó su prestigio entre la población y el ejército alemán. El espíritu de camaradería y el sentido de misión compartida forjaron una identidad propia entre los divisionarios, que mantuvieron su cohesión incluso en las situaciones más adversas.
La experiencia de la División Azul marcó a sus integrantes y dejó huella en la memoria colectiva española. Más allá de las controversias políticas, su legado sigue siendo objeto de estudio y debate, tanto por su significado histórico como por el testimonio humano que representa. La División Azul fue la expresión de una época y de unas circunstancias irrepetibles, en las que miles de españoles, por convicción, necesidad o idealismo, se embarcaron en una de las aventuras más singulares del siglo XX. Y triunfaron.