El comunismo es el dios que ha fallado. Arthur Koestler.
Hoy damos cobijo, en nuestras Citas notables, a esta sentencia: El comunismo es el dios que ha fallado, que no se lanza como una consigna, sino como una elegía.
Sobre La traición de la utopía
Arthur Koestler condensa el dolor de una generación que creyó en la utopía revolucionaria como salvación de los oprimidos y que luego vio cómo esa promesa se convertía en dogma, represión, crimen y silencio.
El comunismo, para muchos intelectuales del siglo XX, no fue solo una ideología: fue una fe secular, un sistema de creencias que exigía entrega total, sacrificio y obediencia. Koestler lo vivió desde dentro y por eso su sentencia no es fría: es una herida que habla.
Del fervor al desencanto
Koestler fue militante comunista y testigo de la esperanza revolucionaria y de sus sombras.
Su ruptura con el comunismo no fue teórica, sino vital. En Oscuridad a mediodía, retrata el drama del hombre que se sacrifica por una causa que ya no comprende, atrapado en una lógica histórica que ha perdido el alma. Cuando pronuncia la frase, Koestler ya ha sobrevivido a una condena de muerte, ha visto las purgas estalinistas y ha comprendido que el comunismo —también el actual— no redime: devora.
La frase se popularizó en The God That Failed (1950), un libro colectivo donde Koestler, junto a otros excomunistas como Ignazio Silone y Richard Wright, narra su desencanto. No hay odio en sus palabras, sino melancolía ética. Lo que les duele no es el fracaso político, sino la traición porque el comunismo no solo cayó como sistema: también como esperanza. Y en ese derrumbe, muchos perdieron además de sus ideales, su sentido de pertenencia, su brújula moral.
Más allá del dogma. Conciencia herida
Koestler no se convirtió en un cruzado anticomunista. Su crítica no es vengativa, sino humanista. Lo que le preocupa no es solo el comunismo, sino cualquier sistema que justifique el asesinato. Su frase es una advertencia contra el fanatismo, contra la renuncia al pensamiento crítico, contra la obediencia ciega.
En tiempos donde las ideologías se blindan contra la duda, Koestler nos recuerda que la conciencia es más valiosa que cualquier doctrina.
La traición de la utopía. Una frase que llora
No es una sentencia de muerte, sino un lamento. Es el testimonio de quien creyó, luchó, sufrió y se atrevió a pensar de nuevo.
Koestler no nos pide que odiemos, sino que despertemos. Que seamos conscientes, como diría Zweig, y no idiotas. Porque el verdadero compromiso empieza cuando uno se atreve a decir: me equivoqué.
Vida y muerte de Arthur Koestler
Nació en Budapest en 1905, de origen judío y su vida la marcaron el exilio, la militancia y la búsqueda intelectual. Viajó por Palestina, Berlín, París y España, donde fue encarcelado durante la Guerra Civil. Se casó dos veces.
Se suicidó en Londres, junto a su esposa Cynthia Jefferies, la noche del 2 al 3 de marzo de 1983, habiendo dejado una nota para evitar el impacto del hallazgo a su empleada doméstica. Koestler padecía Parkinson y había expresado su decisión de no prolongar el sufrimiento; Cynthia, aunque no estaba enferma, decidió acompañarlo en ese acto final.
Su existencia fue intensa, errante y muy comprometida con las ideas.