¿Qué fue? ¿Qué fueron las ordalías?
Las ordalías o juicios de Dios, constituyen uno de los episodios más fascinantes y controvertidos del derecho y la mentalidad medieval europea. El término proviene del bajo latín ordalia y designa una prueba ritual, cargada de simbolismo religioso, mediante la que se pretendía determinar la inocencia o culpabilidad de una persona acusada de un delito grave. La esencia de la ordalía era la convicción de que la divinidad no permitiría que un inocente sufriera injustamente, por lo que el resultado de la prueba se interpretaba como una manifestación directa de la voluntad divina.
Ordalías. Origen y significado
La ordalía fue una institución jurídica que apelaba a la intervención sobrenatural para resolver casos en los que la evidencia o el testimonio humano resultaban insuficientes o contradictorios. La expresión juicio de Dios resume el trasfondo ideológico de estas pruebas: se confiaba en que Dios, como juez supremo, revelaría la verdad mediante signos claros en el cuerpo o el destino del acusado.
Procedimientos y variantes
Se practicaron principalmente en la Europa medieval, aunque hay antecedentes en otras culturas. Su desarrollo estuvo especialmente ligado al derecho germánico y a la religiosidad popular y se transmitieron por vía consuetudinaria. Los procedimientos más conocidos eran la ordalía del hierro candente (el acusado debía sostener o caminar sobre hierro al rojo vivo), la del agua hirviendo (sumergir la mano o el brazo en agua caliente), la del agua fría (el acusado era arrojado a un estanque: si flotaba, se le consideraba culpable, si se hundía, inocente) y el duelo judicial, donde la victoria en combate se interpretaba como signo de inocencia. En algunos fueros locales españoles, como los de Navarra o Cuenca, se documentan variantes como la de las candelas o la de las piedras calientes.
El carácter sagrado de la ordalía se reforzaba mediante rituales: los instrumentos eran bendecidos y los jueces y testigos invocaban solemnemente a Dios para que manifestara la verdad. En ocasiones, la ordalía se cristianizó, adoptando formas como el juramento solemne o el derecho de asilo en iglesias.
Fundamento y mentalidad
Se fundamentaba en una visión mágica y teocéntrica de la justicia. En una sociedad donde la palabra escrita era escasa y la prueba material difícil de obtener, la intervención divina se consideraba la única garantía absoluta de verdad. La comunidad, los jueces y hasta los propios acusados compartían la creencia de que Dios no permitiría el triunfo de la mentira. Esta mentalidad explica la persistencia y legitimidad social de las ordalías durante siglos.
Crítica, declive y abolición
Con la recepción del derecho romano en la Europa bajomedieval y el avance de una mentalidad más racional y jurídica, las ordalías comenzaron a ser vistas como vestigios supersticiosos e irracionales. El Concilio de Letrán (1215) prohibió la participación del clero en estos rituales, lo que supuso el principio del fin para la ordalía como prueba judicial en los tribunales cristianos. En su lugar, se fue imponiendo la tortura como método de obtención de pruebas —un avance dudoso, pero indicativo del cambio de paradigma— y, progresivamente, el proceso inquisitivo y la valoración de pruebas racionales.
Ordalías. Perspectiva histórica y cultural
Antropológicamente, la ordalía revela la necesidad humana de certeza y justicia en situaciones de incertidumbre. Su carácter ritual y colectivo la convierte en un fenómeno más allá de lo jurídico, que refuerza la cohesión y la fe de la comunidad. Sin embargo, su legado es ambivalente: por un lado, muestra la confianza en la justicia divina; por otro, evidencia el peligro de delegar la vida y el destino de las personas en mecanismos arbitrarios y crueles.