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El lenguaje comienza siendo un simple gruñido para designar todas las cosas; luego se va diversificando y especializando; este proceso se llama enriquecimiento y es alentado por los padres y profesores de lenguas.
Pero cuando se llega a tener cien o doscientas mil palabras, se encuentra que el ideal consiste en expresarse con diez o veinte. El lenguaje del filósofo es muy reducido: objeto, sujeto, materia, causa, espacio, tiempo, fin y alguna otra más.
Si lo apuran mucho se arregla con una sola palabra, como apeirón o sustancia.
Es probable que el ideal de muchos filósofos sea terminar finalmente en el gruñido único y monista.
Comentario
Seleccionamos este microrrelato o minicuento, como dicen los hispanohablantes del hemisferio sur, publicado en Uno y el Universo, una colección de ensayos escritos por Sábato que abordan diversos temas filosóficos y existenciales. Esta obra se editó por primera vez en 1945.
El autor reflexiona sobre la evolución y el enriquecimiento del lenguaje a lo largo del tiempo, y cómo, paradójicamente, los filósofos tienden a simplificar su lenguaje a unos pocos términos esenciales. Es un texto que invita a pensar en la complejidad y la simplicidad del lenguaje humano.
Ernesto Sábato, que se doctoró en Física por la Universidad Nacional de La Plata, destaca por una prosa densa y profunda que explora temas existenciales y filosóficos con narrativa reflexiva sobre la condición humana. Obviamente, su formación académica le lleva a transmitir inquietudes eligiendo cuidadosamente las palabras y logrando una gran riqueza en descripciones y el uso de metáforas.
Sábato combinó elementos literarios, filosóficos y científicos para ofrecer una visión amplia y profunda de la vida y el universo. En su obra hay una constante indagación sobre el ser humano y su destino, utilizando la literatura como una forma de conocimiento que recupera lo subjetivo y lo emocional. Este enfoque le permite abordar la complejidad de la experiencia humana.
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