En la era de la inmediatez, pocas palabras han captado el espíritu del desinterés como meh. Esta interjección breve, casi perezosa, se ha convertido en una forma universal de decir no me importa, me da igual o simplemente no tengo ganas de opinar.
Pero ¿de dónde viene y por qué se ha instalado en nuestro lenguaje cotidiano?
Meh. Origen inesperado
Aunque muchos asumen que meh es una creación reciente de internet, su historia tiene raíces más profundas. Se cree que proviene del idioma yidis, donde se usaba para expresar apatía o indiferencia. Esta lengua, hablada por comunidades judías de Europa Central y del Este, ha aportado varias expresiones al inglés coloquial y meh es una de ellas.
Sin embargo, su salto al estrellato lingüístico no ocurrió hasta los años 90, cuando un episodio de Los Simpson mostró a Bart y Lisa respondiendo con un lacónico meh ante una propuesta de su padre. Desde entonces, la palabra se convirtió en un símbolo generacional.
La cultura pop como catalizador
La televisión fue solo el primer paso. Con la llegada de internet y las redes sociales, meh encontró su hábitat natural. En foros, en YouTube o en publicaciones de X, se usa para calificar películas, series, canciones o cualquier contenido que no despierte entusiasmo.
Lo interesante es que meh no implica rechazo, sino desinterés. No es un no enfático, sino un no me importa lo suficiente como para tener una opinión. Es el equivalente verbal de encogerse de hombros.
¿Por qué lo adoptamos en español?
Aunque meh es una palabra inglesa, su uso se ha extendido al español por varias razones.
- Primero, porque no existe una traducción exacta. Frases como ni fu ni fa, me da igual o psé se acercan, pero ninguna tiene la misma carga cultural ni la misma economía expresiva.
- Segundo, porque vivimos en un mundo cada vez más influido por los extranjerismos. El contacto constante con contenidos anglosajones ha hecho que expresiones como espóiler, cringe o meh se integren sin esfuerzo en nuestras conversaciones.
- Y tercero, porque refleja una actitud muy contemporánea: la ironía, el desapego, la saturación emocional. En un mundo donde todo se califica, se comparte y se comenta, meh es la forma de decir no todo merece mi atención.
El poder de una palabra mínima
Lo más llamativo es su versatilidad. Puede usarse como respuesta directa (¿Te gustó la película? — Meh), como adjetivo (Es un libro bastante meh) o incluso como hashtag (#meh). Su sonido neutro, casi monótono, refuerza su significado: no hay entusiasmo, no hay rechazo, solo indiferencia.
Así, no solo es una palabra, sino una postura. Es el lenguaje de quienes han aprendido a filtrar, a no reaccionar ante todo, a reservar su energía emocional para lo que realmente importa.
Meh. ¿Una moda pasajera?
Es difícil saber si sobrevivirá al paso del tiempo o si será reemplazada por otra expresión. Lo que está claro es que ahora es una herramienta útil para navegar el ruido constante de la vida digital.
Y mientras haya cosas que no nos emocionen, meh seguirá siendo la forma más elegante (y papanatas) de decirlo.