Zaragoza, 1970. Un niño de trece años llamado Miguel Ángel Jerez, conocido como Miguelito, fue seleccionado por la Operación Plus Ultra como símbolo de heroísmo cotidiano. Su historia, lejos de la épica, encarnaba la ternura, la responsabilidad y la resistencia silenciosa.
Miguelito. Infancia sin concesiones
Miguelito vivía en Zaragoza, huérfano de madre. Su padre, Felipe Jerez, era invidente. Su hermano Felipe, paralítico de ambas piernas. El menor, Pedrito, tenía nueve años. Miguelito no solo cuidaba de ellos: los alimentaba, los vestía, los acompañaba, los hacía reír. Su infancia estaba tejida de entrega absoluta.
Fue un vecino, don Antonio Muñiz, quien propuso su candidatura a la Operación Plus Ultra, reconociendo en él una luz que no se apagaba.
En palabras de la prensa de la época: Miguelito es un fuera de serie. Todos los niños de la Operación Plus Ultra lo son, pero él destaca por su temple y humanidad.
El viaje de los elegidos
Durante 25 días, Miguelito recorrió ciudades y países: Madrid, Las Palmas, Roma, Yugoslavia, Alemania, Barcelona, Palma de Mallorca, Bruselas, Tenerife, Sevilla, Jerez de la Frontera. Fue recibido por el Papa Pablo VI, por autoridades europeas, por multitudes que lo aplaudían como símbolo de virtud.
En Canarias, escribió a su padre: Si supieras las chicas que hay aquí, en las playas, a buen seguro que recuperarías la vista para verlas.
Ese humor espontáneo, esa ternura sin afectación, revelaban un niño que no se había endurecido por la adversidad. Era sensible, enamoradizo, observador. En Barcelona, propuso renunciar a su bicicleta para que se donaran dos sillas de ruedas a otro niño con hermanos inválidos. No buscaba protagonismo: buscaba justicia.
El eco en la radio
Aún con su uniforme de héroe, lo entrevistó Paco Ortiz, en Radio Zaragoza . Su padre, emocionado, dijo: Antes, contento; ahora, mucho más, porque ha vuelto.
La ciudad lo recibió como a un hijo ilustre, pero Miguelito no se dejó deslumbrar. Quería estudiar, trabajar en la Caja de Ahorros, pero también seguir cuidando de los suyos. No pidió nada. Solo agradeció.
¿Qué fue de Miguelito?
En 2009, el periodista Mariano García lanzó una botella al mar desde el blog Tinta de Hemeroteca, preguntando qué había sido de Miguel Ángel Jerez. Nadie respondió. Su rastro se perdió. No hay registros públicos de su vida adulta, ni entrevistas posteriores, ni homenajes tardíos.
Pero su gesto permanece como símbolo de una infancia que sostuvo hogares, que iluminó vidas, que cuidó cuando todo parecía oscuro.