Texto íntegro de Náufragos
Microrrelato de Esteban Padrós de Palacios
Náufragos
La balsa, abandonada a los caprichos de la corriente y sin ninguna voluntad que la rigiera. Unas tablas carcomidas. Un palo con unos calzoncillos flotando al viento. Dos hombres echados sin que el sol pudiese herir, ya, sus pupilas ausentes.
-Tengo sed -dijo García, que era un náufrago vulgar.
La balsa entraba, en aquel momento, en la playa de Miami. Canoas, bañistas, mujeres extraordinarias.
—Oigo voces…
—Espejismo —sentenció García, siempre mirando al sol.
—Sí, espejismo…
Los bañistas comentaron:
—Qué gentes más raras. Ya no saben qué hacer para llamar la atención.
—Yo lo encuentro de mal gusto…
Y la corriente, poco a poco, arrastró de nuevo la balsa hacia el océano Atlántico. Los dos náufragos iban llegando a este punto en que resulta tan difícil morir…
Sobre Naúfragos
Náufragos se sostiene sobre una economía expresiva extrema. La prosa avanza mediante frases breves, casi fragmentarias, que funcionan como pinceladas visuales. Esa austeridad formal no es un capricho estilístico: reproduce la precariedad física y emocional de los personajes. La balsa, los cuerpos exhaustos, el sol inmisericorde y la deriva sin rumbo componen un escenario donde la sintaxis se vuelve tan escueta como la vida que describe. El microrrelato se construye, así, desde la reducción: cuanto menos dice, más expone.
El narrador adopta distancia. Observa, describe y apenas interpreta. Esa frialdad convierte la escena en un estudio de la deshumanización. Los náufragos no son héroes ni víctimas épicas: son cuerpos a la deriva, figuras casi despojadas de identidad. La mirada externa, sin sentimentalismo, prepara el terreno para el contraste brutal con la percepción de los bañistas, cuya superficialidad introduce la verdadera carga crítica del texto.
El diálogo
Las intervenciones verbales son escasas, pero decisivas. Funcionan como pulsos vitales: cada frase pronunciada por los náufragos es un recordatorio de que aún queda conciencia, aunque sea mínima. La alternancia entre la percepción interior (oigo voces…) y la interpretación banal del entorno genera un contrapunto trágico-cómico que sostiene el relato. La ironía emerge así de esa disonancia entre lo que se vive y lo que se ve.
Náufragos. La ironía
El relato se articula sobre una ironía doble. Por un lado, la ironía situacional: los náufragos alcanzan la costa, pero no encuentran salvación, sino indiferencia. Por otro, la ironía moral: quienes podrían socorrerlos los reducen a extravagancia turística. Esa mirada frívola convierte la tragedia en espectáculo y revela una crítica social incisiva.
El microrrelato no denuncia explícitamente; deja que la indiferencia de los bañistas hable por sí sola.
El final introduce un giro que solo busca profundidad. La dificultad de morir no es física, sino social: la tragedia se vuelve invisible en un entorno que solo reconoce lo llamativo. La balsa que vuelve al océano no simboliza únicamente la muerte aplazada, sino la expulsión simbólica de quienes no encajan en el paisaje del bienestar. El relato, en su brevedad, condensa una reflexión amarga sobre la invisibilidad del sufrimiento real.
El autor: Esteban Padrós de Palacios
Esteban Padrós de Palacios (Barcelona, 1925-2005), fue médico estomatólogo y también escritor. La precisión clínica y la observación minuciosa que caracterizaron su práctica médica se trasladaron a su obra literaria, siempre atenta a los gestos mínimos y a las zonas grises de la experiencia humana.
Padrós de Palacios se dedicó exclusivamente al cuento, un género que defendió con convicción y disciplina. Publicó varios volúmenes de relatos —entre ellos Los que regresan, Diversiones en gris y Las extrañas veladas— y vio parte de su obra traducida a diversas lenguas. Su estilo se distingue por la concisión, la ironía seca y una inclinación por lo inquietante cotidiano, sin artificios ni expansiones innecesarias.
Además de su obra creativa, ejerció como crítico literario y fue uno de los impulsores del Premio Leopoldo Alas para libros de cuentos, desde donde trabajó para dar visibilidad a un género tradicionalmente relegado. Su labor crítica y organizativa contribuyó a consolidar un espacio para el cuento literario en el panorama español de mediados del siglo XX.
Su legado
Aunque su nombre no alcanzó la difusión de otros cuentistas de su generación, su obra ha sido reivindicada como un caso de calidad sostenida y reconocimiento insuficiente. La recuperación de sus relatos en antologías y plataformas de difusión del cuento breve mantiene vivo un legado que destaca por su rigor, su sobriedad y su fidelidad absoluta a la forma corta.
Desde hoy, Padrós de Palacios ocupa un lugar destacado en los Microrrelatos, como autor que llevó la brevedad a su máxima exigencia.




