Acabo de conocer que ayer falleció don Tomás Soláns.
Aunque luego la vida le llevó por otros derroteros (el protocolo en las Cortes de Aragón), Soláns fue mi profesor de latín, lengua y literatura cuando él no era más que un treintañero muy dotado para la docencia en los tiempos en los que a los profesores, por jóvenes que fuesen se les trataba de usted.
A él le debo mi pasión por las letras y mis someros conocimientos de latín. ¡Esos comentarios sobre Los campos de Níjar de Juan Goytisolo! ¡Aquél mítico Florilegio Latino! Ramosa cornua, don Tomás. Eternas gracias porque parte de lo que soy se lo debo a su trabajo, a su actitud y a sus conocimientos.
No pude tratarle después de esa etapa escolar pero sé que siempre fue un hombre bueno. Seguro que Dios te ha acogido en su seno.
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