¿Por qué las botellas de vino suelen ser de 750 ml? Probablemente usted nunca se haya planteado esta duda razonable, pero resulta curioso que esa medida sea casi exclusiva del vino. Veamos la causa.
¿Por qué 750 ml? Origen de la medida
Durante siglos, la capacidad de las botellas de vino no estuvo regulada y variaba según la región, el productor y las posibilidades técnicas de los artesanos sopladores de vidrio. Una explicación popular sostiene que el tamaño de las botellas estaba limitado por la capacidad pulmonar de estos artesanos, pero esta teoría, aunque pintoresca, carece de respaldo documental sólido.
La razón más convincente radica en el comercio entre Francia e Inglaterra durante los siglos XVIII y XIX. El galón imperial inglés, equivalente a unos 4,54 litros, era la unidad de referencia en las transacciones comerciales. Un barril típico de Burdeos contenía 225 litros, lo que permitía llenarlo con exactamente 300 botellas de 750 mililitros. Esta equivalencia facilitaba los cálculos y la logística, ya que seis botellas sumaban un galón, simplificando la facturación y el transporte del vino entre ambos países. Con el tiempo, esta medida se fue imponiendo en los mercados europeos y, finalmente, se consolidó como estándar internacional.
La estandarización
Se formalizó en la segunda mitad del siglo XX, cuando la Comunidad Económica Europea y la normativa internacional adoptaron esta capacidad como la referencia para el embotellado de vino. Esta decisión respondió tanto a la tradición comercial como a la necesidad de uniformidad en el mercado global, facilitando el control de calidad, la distribución y el cálculo de impuestos y aranceles.
Hoy en día, la botella de 750 mililitros es la más común en todo el mundo, aunque existen otros formatos reconocidos, como la media botella de 375 mililitros o el magnum de 1,5 litros. Sin embargo, el formato estándar sigue siendo el preferido tanto por su practicidad en el consumo como por su idoneidad para el envejecimiento del vino.
¿Por qué 750 ml? Un estándar con rigor
La capacidad de 750 mililitros en las botellas de vino es el resultado de una convergencia entre tradición artesanal, necesidades comerciales y normativas internacionales. Más allá de la anécdota o la costumbre, su adopción responde a criterios prácticos y a la búsqueda de uniformidad en el comercio internacional.
En definitiva, la próxima vez que descorche una botella de vino, recuerde que su tamaño no es fruto del azar, sino el resultado de siglos de historia, acuerdos comerciales y rigor normativo, tanto en el mundo del vino como en el de las palabras.