Que te vote Chapote

Francisco Javier García Gaztelu, alias Chapote, es uno de los nombres más infames de la historia criminal reciente en España.

No lo llamamos Txapote ni Xabier ni Jon ni Otsagi, como él pretendía camuflarse en sus alias vascongados. Lo llamamos Chapote, en español, porque nos da la gana. Porque el lenguaje también es memoria, y en este caso, justicia editorial.

Chapote: el vacío como origen

Nacido en Galdácano (Vizcaya) el 12 de febrero de 1966, creció en un entorno marcado por el adoctrinamiento nacionalista radical de las iglesias y las escuelas.

No hay constancia de una formación profesional sólida ni de una trayectoria laboral digna de ese nombre. Su infancia, lejos de estar marcada por la superación o el estudio, parece haber sido el caldo de cultivo de una radicalización precoz. ¿Cuántos días habrá cotizado a la Seguridad Social? La pregunta es legítima y la respuesta, casi segura: ninguno. Eso sí, no duden de que estará cobrando —o cobrará— alguna paguita muy superior a muchas pensiones de quienes sí trabajaron toda su vida.

Su actividad profesional fue el crimen, la clandestinidad y el asesinato.

Trayectoria criminal: de Donosti al horror

Inició su actividad terrorista en los años 80 dentro del Comando Donosti de la ETA. Ascendió rápidamente en la estructura de la banda criminal y socialista hasta convertirse en uno de sus jefes militares.

Fue responsable directo o indirecto de al menos 13 asesinatos, entre ellos los de Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez y Fernando Múgica. Su hoja de delitos incluye homicidios dolosos, secuestros, pertenencia a banda armada y conspiración para matar. No mostró jamás arrepentimiento ni pidió perdón. Su condena total supera los 600 años de prisión.

Chapote hoy: la sombra de la excarcelación

Actualmente, cumple condena en prisión, pero su nombre ha vuelto a la actualidad por la reforma legal que podría permitirle salir antes de lo previsto. La modificación de la Ley Orgánica 7/2014 contempla descontar los años que pasó encarcelado en Francia, lo que podría adelantar su excarcelación a 2025. La indignación de las víctimas y de gran parte de la sociedad española es comprensible: no se trata solo de penas, sino de dignidad, de justicia, de memoria no manipulada.

Y si algún día sale, esperamos —con la misma firmeza con la que lo nombramos en español— que nadie se atreva a llamarlo hombre de paz, como ha ocurrido con otros. Porque no lo es. Porque no lo fue. Y porque no hay paz en el asesinato, ni en el secuestro, ni en el desprecio a la vida ajena.

Conclusión

Dígase lo que se diga, la ETA no fue derrotada, al contrario, alcanzó todas y cada una de sus pretensiones. España perdió.

Y sí, hay responsables. Hay quienes han blanqueado su historia, quienes han pactado con sus herederos ideológicos, quienes han permitido que el discurso del odio y la justificación del crimen gobierne hoy en España. No solo en ayuntamientos, también en parlamentos autonómicos y en el propio gobierno nacional. La indignidad no es solo del asesino: es también de quien lo legitima. El sátrapa de la sentina también es responsable de esto.

Este artículo no busca comprender ni justificar. Busca nombrar, señalar y recordar. Chapote no es un preso político, ni un exiliado, ni un héroe de nada. Es un asesino múltiple, sin oficio, sin arrepentimiento, sin dignidad. Y lo llamamos Chapote porque el español también sirve para decir las cosas como son.

¡ETA asesina! Y no solo ellos…

 

NOTA. La tenebrosa imagen que acompaña a este texto procede de RTVE.

Primer plano de Francisco Javier García Gaztelu, alias Chapote, con gesto impasible durante una comparecencia judicial

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