Rusticar suena a error, a invención, a cruce entre rústico y practicar. Es una de esas palabras que, al ser leídas, provocan duda: ¿existe realmente? ¿No será un neologismo rural o una broma culta?
Lo curioso es que no solo existe, sino que tiene una historia etimológica sólida, una definición precisa y un uso que, aunque escaso, revela una forma de vida. En tiempos de urbanismo acelerado, rusticar es casi un verbo de resistencia. ¡Extraña palabra!
Rusticar. Origen
Proviene del latín rusticāri, derivado de rusticus, que significa del campo o rural. En su forma original, rusticāri aludía a la acción de vivir en el campo, retirarse a él o adoptar sus costumbres. En español, el verbo se conserva como intransitivo y pertenece a la primera conjugación. Su forma es aguda, no lleva tilde y mantiene una sonoridad que recuerda al latín clásico, como si no hubiera pasado por el tamiz del uso cotidiano.
Rusticar. Significado
Según la Real Academia Española, significa Salir al campo, habitar en él, sea por distracción o recreo, sea por recobrar o fortalecer la salud. No implica necesariamente trabajar la tierra, sino más bien retirarse a ella, vivirla, dejarse envolver por su ritmo. Es un verbo que sugiere pausa, contemplación, y una forma de habitar que se opone al vértigo urbano.
Por supuesto, rusticación es la acción y el efecto de rusticar.
Usos
Aunque su uso es raro, rusticar aparece en contextos médicos, literarios y filosóficos. En el siglo XIX, se recomendaba rusticar como terapia para la melancolía o la fatiga nerviosa. En la literatura, puede usarse para describir el retiro voluntario de un personaje hacia la naturaleza, como forma de purificación o reencuentro. En el habla culta, rusticar puede ser una forma de decir me voy al campo sin caer en el coloquialismo.
¿Qué otra que usemos habitualmente podría sustituirla con precisión? A nuestro entender, ninguna. ¿Y no podría ser ruralizar? No, significa otra cosa y no estamos para destruir matices voluntariamente.
Curiosidad ajena
En inglés existe el verbo to rusticate, que comparte raíz pero añade una acepción curiosa: en el argot universitario británico del siglo XVIII y XIX, rusticate significaba suspender temporalmente a un estudiante y enviarlo al campo como castigo. El retiro rural, en este caso, no era voluntario ni terapéutico, sino una forma de corrección. Esta acepción revela cómo el campo puede ser visto tanto como refugio como exilio.




