La Agenda 2030, con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, propone un horizonte de progreso global: erradicación de la pobreza, justicia climática, igualdad de género, educación universal. Pero ¿qué oculta?, ¿qué sucede cuando el año 2030 llega, y lo que arde no es el entusiasmo, sino la miseria, el bosque, el panteón, el vínculo humano y la carencia de identidad?
Este vacío que hierve se sitúa precisamente en ese año simbólico. No como celebración de metas alcanzadas, sino como escenario de colapso. El título no es una metáfora decorativa: es una tesis. El vacío —afectivo, ecológico, institucional— no es frío ni estático. Hierve. Y en ese hervor, la novela subvierte la promesa tecnocrática de la Agenda 2030 con una narrativa que mezcla sátira, duelo, ciencia y desesperanza.
Sobre Este vacío que hierve
La protagonista es una joven física teórica que investiga una posible unificación entre la mecánica cuántica y la gravedad. Su búsqueda científica, abstracta y solitaria, se ve interrumpida por el incendio del Bosque de Chapultepec, que arrasa el Panteón Dolores —donde están enterrados sus padres— y el zoológico de la ciudad. El fuego, iniciado por un hombre vestido de sacerdote en la fosa común, no es solo un hecho: es el símbolo de una combustión colectiva.
La novela se despliega como una polifonía de voces y registros: el relato íntimo del duelo, la crítica institucional, la crónica ecológica, el ensayo filosófico, la sátira política. Comensal no elige un solo tono: los entrelaza. El alcoholismo, la desorientación, la burocracia paralizada, el zoológico convertido en ruina… todo configura un paisaje donde el futuro no es promesa, sino residuo.
La frase que condensa la poética del libro —Aquí no cayó ninguna bomba atómica. Simplemente se oxidó la vida con la premura de la sed— revela el núcleo simbólico: no hay catástrofe espectacular, sino deterioro cotidiano. La sed —física, afectiva, histórica— corroe los vínculos, las instituciones, la memoria.
La novela puede leerse como una contrautopía de la Agenda 2030 porque muestra lo que ocurre cuando sus principios se convierten en discurso sin arraigo cultural. Comensal dramatiza el fracaso sin caer en el cinismo: su crítica es lúcida, pero no nihilista. Hay ternura, hay inteligencia, hay dolor. Y sobre todo, hay literatura.
Sobre Jorge Comensal
Jorge Comensal (Ciudad de México, 1987) es uno de los autores más singulares de la narrativa mexicana contemporánea. Filósofo de formación, su escritura combina precisión conceptual, humor ácido y una sensibilidad ética que lo distingue de la mera sátira. Su primera novela, Las mutaciones (2016), abordaba el cáncer, el lenguaje y la pérdida desde una perspectiva irónica y profundamente humana.
Con Este vacío que hierve, Comensal da un salto formal y temático: construye una novela de anticipación que no se limita a imaginar el futuro, sino que lo interroga desde el presente. Su estilo —sobrio, inteligente, polifónico— rehúye el efectismo y apuesta por la densidad simbólica. No hay sermón, pero sí crítica. No hay consuelo, pero sí lucidez. Y por todo esto Nos ha gustado…
Comensal pertenece a esa estirpe de escritores que no buscan agradar, sino incomodar con elegancia. Su obra no se pliega a las modas ni a las agendas: las observa, las desmonta, las subvierte. Y en ese gesto, su literatura se vuelve necesaria. Porque el vacío, cuando hierve, exige palabras que no lo enfríen, sino que lo nombren.