Dentro de la insoportablemente maloliente sentina de la banda de Sánchez hay un elemento singular que, sin ser literalmente ministro, ejerce como tal en cuanto a sumisión al líder y dejación de las hipotéticas funciones de su cargo. Hablamos del secretario general de la UGT: José Álvarez, aunque democratiza su nombre haciéndose llamar Pepe…
Pepe, el ‘ministro’ de las gambas
Es el perfecto ejemplo de cómo la inercia puede convertirse en carrera profesional y la ideoilogía en una forma de vida tan sana como inmoral. Nacido en un rincón asturiano y reciclado sindicalista en Cataluña, lleva décadas instalado en la poltrona sindical con la misma energía que un lunes tras un puente largo. Su mayor habilidad no es la elocuencia ni la pluma: es el arte de no escribir nada relevante y, aun así, figurar en todos los comunicados. Ágrafo de manual, sus intervenciones parecen redactadas por un generador automático de consignas: luchar por los derechos, más empleo digno, la clase trabajadora; todo como si le importara algo y vuelta a empezar a cantinflear. Si alguna vez ha escrito un discurso de su puño y letra, debe de estar guardado en el mismo cajón donde la UGT esconde las actas de sus asambleas más polémicas.
Sindicalismo de salón
En cuanto a su capacidad de trabajo, la leyenda dice que es capaz de delegar una reunión antes de que termine de sonar el teléfono. Sus jornadas laborales parecen diseñadas para no molestar: desayunos largos, reuniones cortas y muchas fotos con pancartas. Si hay que negociar, mejor que lo haga otro; si hay que salir en la foto, ahí sí, Pepe aparece sonriente y con su pañuelico, aunque no sepa muy bien de qué va la reivindicación del día.
Su relación con Sánchez es de auténtica dependencia: Álvarez no ha dudado en mostrar públicamente su apoyo al presidente, incluso cuando el entorno de Moncloa arde en escándalos judiciales. Pero el verdadero interés de Pepe no está en la mejora de las condiciones laborales de sus bases, sino en asegurar la financiación de la organización. No es casualidad que, bajo su mandato, las subvenciones públicas a los sindicatos se hayan duplicado, superando los 100 millones de euros y recibiendo incluso fondos europeos para reformas en las sedes sindicales. Mientras tanto, Álvarez exige más dinero al Estado, justificando que la sociedad tiene una deuda con el sindicalismo desde la transición. En fin, que es un jeta de mucho cuidado…
Escándalos y gambas
La UGT, bajo su mando, ha ganado en visibilidad mediática… pero no precisamente por su combatividad. Los escándalos internos y las eternas promesas incumplidas han sido la banda sonora de su gestión. En el caso de los ERE de Andalucía, la organización ha sido declarada responsable civil subsidiaria en una indemnización millonaria, tras la condena a su exsecretario general por fraude de subvenciones. Sin embargo, Pepe ha preferido mirar hacia otro lado, limitándose a los abrazos y las fotos con Sánchez, en vez de asumir responsabilidades o exigir transparencia.
Y en el plano más mundano, su afición por las gambas es casi tan célebre como su aversión a la escritura. No hay acto sindical, congreso o comida institucional en la que Pepe no se deje ver disfrutando del marisco, símbolo perfecto de una cúpula sindical más preocupada por el aperitivo que por la lucha obrera.
‘Ministro de las gambas’ y capitán del camarote
Pepe Álvarez encarna la decadencia del sindicalismo institucionalizado: mucho apego al poder, poco interés por el trabajo real y una habilidad envidiable para vivir del cuento… y de la gamba. Si la UGT es un barco a la deriva, Pepe es el capitán que nunca abandona el camarote… porque nunca ha salido de él.
Ministro de las gambas, jeta, estafador, ágrafo, sinvergüenza, ignorante, oclócrata, gambalívoro con dinero ajeno, … En una palabra: socialista.