Seguimos avanzando en nuestra sección de Seres mitológicos. Hoy presentamos a un Tártaro muy poco conocido.
Tártaro. Orígenes
Es una figura primordial de la mitología griega, cuyo origen se remonta a los primeros relatos cosmogónicos. Surge junto a Caos, Gea y Eros como una de las deidades o entidades fundamentales del universo. Según Hesíodo, Tártaro brota por sí mismo, aunque en algunas tradiciones aparece como hijo de Éter y la Tierra, o del Aire y la Noche. Desde el principio, encarna el concepto del abismo más profundo y oscuro del cosmos, anterior incluso a muchos de los dioses olímpicos.
Entorno
Es el inframundo más remoto, un abismo insondable situado incluso por debajo de Hades. Se le describe como un espacio de tinieblas absolutas y terroríficas, tan alejado de la superficie terrestre como ésta lo está del cielo. Allí se hallan las mazmorras donde los dioses olímpicos encerraron a los Titanes tras la Titanomaquia, y donde sufren castigo los mortales que cometieron crímenes atroces contra los dioses. En la literatura romana, especialmente en la Eneida de Virgilio, Tártaro es presentado como un lugar gigantesco y aterrador, reservado para los peores criminales.
Apariencia
Rara vez es representado con forma antropomorfa. Más que un dios con rasgos humanos, se concibe como la personificación de un abismo monstruoso, rocoso y ardiente, ligado al fuego y a la oscuridad. En la literatura moderna y en algunas adaptaciones, los descendientes de Tártaro son descritos con cabellos y ojos oscuros, piel pálida y una presencia inquietante, reflejo de su origen en las profundidades.
Tártaro. Atributos
Sus atributos principales son el poder de encerrar y castigar, la invulnerabilidad y la capacidad de infundir terror. Como deidad primordial, es padre de seres monstruosos como Tifón y Equidna y en algunas versiones también de los Telquines y del águila del Cáucaso. Su función es esencial en el equilibrio cósmico, pues representa la frontera última donde la justicia divina se impone sobre los transgresores, sean dioses o mortales.
Papel y personalidad
La personalidad de Tártaro está menos desarrollada que la de los dioses olímpicos, pues se le concibe más como una fuerza o principio cósmico que como un ser dotado de emociones humanas. Se asocia con la severidad, el aislamiento y la oscuridad absoluta. Su papel es el de garante del orden universal a través del castigo ejemplar, siendo el lugar donde se cumplen las penas eternas de quienes desafían las leyes divinas.
Transformación
A lo largo de la tradición mitológica, experimenta una transformación conceptual. De ser un abismo separado y remoto, pasa a integrarse en el inframundo como la región más profunda y temida, perdiendo parte de su individualidad como deidad para convertirse en sinónimo del infierno griego. En la literatura cristiana y posterior, Tártaro se equipara al infierno o al pozo de los demonios y su imagen se asocia a la idea de condena eterna y sufrimiento.
Tártaro. Aportaciones y significado
Las aportaciones de Tártaro a la mitología son fundamentales. Como lugar y como fuerza, es el escenario de algunos de los castigos más emblemáticos de la tradición griega y romana. Su existencia refuerza la noción de justicia cósmica y su descendencia monstruosa añade riqueza y complejidad al panteón de criaturas míticas. Además, su simbolismo ha influido en la concepción del infierno en la cultura occidental.
Representa el límite último, el castigo ineludible y la oscuridad primordial. Es la personificación del abismo donde la desobediencia y la arrogancia encuentran su consecuencia. Su presencia en los mitos es un recordatorio de que ni siquiera los dioses están exentos de la ley universal que rige el cosmos.