Válida aquí tu título digital (sic).
Admito mi condición de esdrujuláfilo, es decir, soy de esos que sienten una fascinación especial por las palabras esdrújulas. Quizá por eso, siendo aragonés, nunca he sentido el más mínimo interés en conocer con un poco de profundidad la lengua aragonesa pirenaica, cuya singularidad es, precisamente, la ausencia de palabras esdrújulas.
Sin esdrújula
Quizá ahí radique el gravísimo error de la fotografía que motiva este artículo. Ya que en aragonés no hay esdrújulas, nos rebelamos y las ponemos. ¿Sería plausible? Sí, si no fuera porque en Zaragoza se habla bastante más suajili, por ejemplo, que aragonés.
Claro, la fotografía está tomada en un autobús urbano de Zaragoza y muestra una de las validadoras del billete preadquirido.
¿Por qué?
Algunas reflexiones a modo de preguntas: ¿estas cosas no pasan controles de calidad?, ¿cuántos?, ¿de quienes?. ¿No considera toda esa gente que el respeto por nuestra lengua debería ser sagrado? ¿Acaso les da igual? ¿Y los políticos locales se dan cuenta, es decir, saben escribir?
Por cierto ¿qué tal va el léctor? Ya respondo yo mismo: ahí sigue como el primer día.
¿Vivan las esdrújulas? Por supuesto, claro que sí, pero solo las que lo son, si no, sin esdrújula.