¡Ojo, ojo! Que nadie crea que nos hemos pegado un golpe en la cabeza, como dice Santiago Abascal… Pero, claro, puestos a escribir barbaridades que hacen daño a la vista a un niño de siete años, hagámoslo a lo grande. Y es que son cosas que no encajan nada, a poco sentido común que tengamos.
Efectivamente, si buscábamos un ejemplo claro de uso de la palabra alipori, este está entre los inmejorables: es la máquina para recargar saldo en la tarjeta de transporte de Zaragoza, por lo que intervienen al menos, el propio Ayuntamiento de la ciudad y la empresa concesionaria, que no es precisamente desconocida en el territorio español.
¿Léctor?
Tratándose de una palabra aguda, llevaría tilde si terminase en vocal, en n o en s, lo que no es el caso. Pero si a quien haya escrito tal despropósito le gusta acentuar sin motivo, lo lógico es que lo hiciese en la o. Simplemente, pronunciando esa palabra se hubiese dado cuenta de lo disparatado que es poner la tilde en la e.
Estas maquinitas llevan funcionando desde hace, al menos, siete años. ¿Es posible que nadie haya detectado este dislate o es que nos da todo igual? Las dos opciones son plausibles, desgraciadamente.
¿Es un asunto menor? A mi juicio, no, por varias razones: muestra una falta de respeto intolerable a la corrección y, por tanto, a los ciudadanos; además es fácilmente corregible y con un coste inferior a las dietas de medio día de la señora alcaldesa.
Decididamente, tenemos el país que merecemos: ni los de arriba saben ni los de abajo hacemos algo para que aprendan.
Pues no sé dónde insertar mi tarjeta… ¡Ah!, voy a intentarlo en el lector, así, sin tilde. ¡A ver si funciona! ¡Sí! ¡No es en el léctor sino en el lector!