Uno de los propósitos de las secciones Polímatas, Personajes y figuras, ¿Qué fue?, Criminales y otros delincuentes y, en general, todos los contenidos de hablarydecir es fomentar el recuerdo y no olvidar nunca acontecimientos que marcaron el devenir de España. Este artículo va en ese sentido.
Ortega Lara. ¿Quién era en 1996?
José Antonio Ortega Lara, nacido en 1958 en Montuenga (Burgos), era un funcionario de prisiones y abogado cuya vida quedó marcada por el secuestro más largo perpetrado por la organización terrorista ETA y ejemplificó la fortaleza moral y la integridad frente a la barbarie. Licenciado en Derecho y dedicado a su labor penitenciaria, Ortega Lara también fue militante del Partido Popular durante más de dos décadas. Su existencia, marcada por el compromiso con la justicia y la defensa de la convivencia democrática, sufrió un giro trágico cuando ETA decidió convertirlo en víctima de su terrorismo.
El secuestro
El 17 de enero de 1996, Ortega Lara fue secuestrado en el garaje de su domicilio en Burgos por miembros del comando Gohierri de ETA, que pretendían presionar al Gobierno para que acercara a los presos etarras a cárceles del País Vasco. Durante 532 días, fue encerrado en un zulo diminuto, sin ventanas, bajo una nave industrial en Mondragón. El espacio, de apenas 3 metros de largo por 2,5 de ancho y 1,8 de alto, le obligaba a limitar sus movimientos a apenas tres pasos.
Las condiciones infrahumanas fueron deliberadas: humedad constante, una única bombilla, alimentación mínima y ausencia total de contacto con el exterior. Ortega Lara sufrió enfermedades, fiebres, hongos y diarreas, perdiendo 23 kilos y gran parte de su masa muscular y densidad ósea. La desesperación le llevó a planear su suicidio, pero sus convicciones religiosas y su espíritu indomable consiguieron resistir la tortura psicológica y física. Su fortaleza y lucidez durante ese encierro son un testimonio de la resistencia del ser humano frente a la crueldad más absoluta.
Los criminales y su condena
Los autores materiales del secuestro fueron Josu Uribetxeberria Bolinaga, José Luis Erostegui Bidaguren, Javier Ugarte Villar y José Miguel Gaztelu Ochandorena, miembros del comando Gohierri. Estos terroristas fueron condenados a 32 años de prisión por secuestro terrorista y conspiración para asesinato con ensañamiento. La operación la organizaron y ordenaron los etarras Julián Achurra Egurola (‘Pototo’) y José Luis Aguirre Lete (‘Isuntza’), quienes también fueron juzgados por su implicación.
Tras cumplir condenas prolongadas, algunos de estos criminales han sido excarcelados o beneficiados con regímenes penitenciarios más flexibles. Unas decisiones que generan indignación entre las víctimas y la sociedad, pues representan un agravio frente al sufrimiento infligido y la memoria de Ortega Lara.
La liberación
La Guardia Civil llevó a cabo una meticulosa operación para localizar y liberar a Ortega Lara. La madrugada del 1 de julio de 1997, tras descubrir el mecanismo hidráulico que ocultaba la entrada al zulo, Ortega Lara fue rescatado. Su estado físico y mental era devastador, pero su dignidad permanecía intacta. Su liberación fue un triunfo no solo policial sino también moral, un símbolo de que la justicia puede prevalecer frente al terrorismo.
Ortega Lara. El ejemplo
Tras su liberación, Ortega Lara se jubiló anticipadamente para cuidar su salud y dedicarse a su familia. Intentó reincorporarse a su puesto en la prisión de Soria, pero priorizó su recuperación y bienestar. Su compromiso con la sociedad no cesó: fue militante del Partido Popular hasta 2008 y cofundador en 2014 del partido Vox, desde donde ha defendido con firmeza la memoria de las víctimas y la necesidad de justicia sin concesiones.
Ortega Lara ha expresado públicamente que perdona, pero no olvida, manteniendo una postura serena y digna que rechaza el odio pero exige el reconocimiento del daño causado y la condena ética y social a quienes atentaron contra su libertad y su vida.
El contraste moral entre Ortega Lara y ETA
La historia de José Antonio Ortega Lara es la de un hombre cuya dignidad, determinación y fortaleza moral iluminan con claridad la vileza y la crueldad de sus secuestradores. Ortega Lara encarna la resistencia ética, el respeto a la vida y la justicia; los etarras representan el fanatismo, la violencia y la destrucción de la convivencia democrática.
Esta semblanza honra la grandeza de Ortega Lara y condena sin ambages la barbarie de ETA. Así resaltamos la diferencia abismal entre la nobleza de un hombre y la mezquindad de quienes intentaron doblegar su alma.
Desolador, porque hay otros culpables con rosa roja, es que Ortega sigue sufriendo, mientras los criminales o sus cómplices participan hoy en el gobierno español.