Análisis en Son de… de una lengua singular de identidad y resistencia.
El yidis, nacido en Europa, escrito en caracteres hebreos, con alma germánica y corazón judío, ha sido durante siglos el idioma cotidiano de millones de judíos ashkenazíes.
Hoy, aunque su uso ha disminuido, sigue resonando en literatura, teatro, cine y en la intimidad de quienes lo consideran parte de su identidad.
¿Qué es el yidis?
El yidis (o ídish) es una lengua germánica con influencia hebrea y eslava. Surgió en torno al siglo X en las comunidades judías del valle del Rin, donde los judíos ashkenazíes —procedentes de la Europa central y oriental— comenzaron a hablar una variedad del alto alemán enriquecida con vocabulario hebreo y arameo y más tarde con préstamos del polaco, ruso y ucraniano.
Aunque comparte raíces con el alemán, el yidis tiene gramática, fonética y vocabulario propios. Se escribe con el alfabeto hebreo, lo que refuerza su carácter identitario y religioso. Durante siglos, fue la lengua vehicular de la vida judía en Europa. Así, el hebreo quedaba reservado para la liturgia y el yidis era la lengua de la vida.
Etimología
La palabra proviene del alemán Jüdisch, que significa judío. En su forma original, Yidish Daytsh (alemán judío), se refería a la variedad de alemán hablada por los judíos. Con el tiempo, el término se acortó a yidis y pasó a designar no solo una forma de hablar, sino una lengua con entidad propia. En hebreo moderno, se le llama yidit y en inglés, yiddish.
Curiosamente, el nombre del idioma es también una declaración de pertenencia: no se llama alemán judío ni dialecto hebreo, sino simplemente judío. Es una lengua que se nombra por la identidad, no por la geografía.
¿Dónde se habla?
Antes del Holocausto, el yidis era hablado por más de once millones de personas en Europa. Era la lengua común de los judíos ashkenazíes en Polonia, Lituania, Ucrania, Bielorrusia, Rusia, Alemania, Hungría y Rumanía. Tras la II Guerra Mundial y con la emigración masiva a Estados Unidos, Argentina, Canadá e Israel, el yidis se dispersó.
Hoy, aunque su número de hablantes ha disminuido, sigue vivo en comunidades jasídicas de Nueva York, Jerusalén, Londres y Amberes, donde se usa como lengua principal. También se estudia en universidades, se publica en revistas especializadas y se representa en obras teatrales. En Israel, el yidis fue relegado por el hebreo moderno, pero en los últimos años experimenta un renacimiento cultural.
Usos pasados y actuales
Durante siglos, el yidis fue una lengua de creación literaria. Autores como Sholem Aleijem, Mendele Moijer Sforim y Isaac Bashevis Singer escribieron obras maestras en yidis que retratan con humor, ternura y profundidad la vida judía en la diáspora. El teatro yidis floreció en Varsovia, Vilna y Nueva York.
Fue también en el siglo XX, lengua de prensa, de ensayo político, de canción popular y de cine. En Estados Unidos, revistas como The Forward mantuvieron viva la lengua entre los inmigrantes. En Argentina, el yidis convivió con el español en barrios como Villa Crespo o Once, donde se hablaba en cafés, sinagogas y librerías.
Hoy el yidis vive en la nostalgia, en la investigación académica, en la música klezmer, en festivales culturales y en el interés renovado por las lenguas minoritarias. En internet, hay cursos, diccionarios, podcasts y redes sociales dedicadas al yidis. En Nueva York, se representa Fiddler on the Roof en versión yidis. Se estudia en seminarios en Berlín y en Israel, se redescubre como patrimonio.
Curiosidades y paradojas
Tiene expresiones que no se traducen fácilmente, porque condensan siglos de experiencia. Palabras como chutzpah (descaro), kvetch (quejarse) o mensch (persona íntegra) han entrado en el inglés y en otras lenguas. Su humor es ácido, su tono es íntimo, su ritmo es narrativo.
Una paradoja notable: el yidis, lengua de la diáspora, fue marginado en el Estado de Israel, donde se consideraba que el hebreo debía ser la lengua del renacimiento nacional. Sin embargo, hoy se reconoce que es parte esencial de la cultura judía y se promueve su estudio.
Aunque es una lengua germánica, tiene una musicalidad que lo aleja del alemán. Su sintaxis es flexible, su vocabulario es híbrido, y su escritura —en caracteres hebreos— le da una apariencia semítica que confunde a quien no lo conoce.
El yidis, una lengua que resiste
No es una lengua muerta: ha sobrevivido a pogromos, guerras, migraciones y silencios. Es una lengua que canta, que narra, que recuerda, que viaja con su pueblo, que se adapta, que se transforma, pero que no desaparece.