A mucha cortesía, mayor cuidado advierte sobre el exceso de amabilidad como posible señal de engaño o manipulación. Su origen se remonta al Siglo de Oro, y su vigencia revela una profunda desconfianza hacia las apariencias sociales.
Inquietantes cortesías: advertencia proverbial
El refrán A mucha cortesía, mayor cuidado pertenece al acervo tradicional español y encierra una enseñanza moral que ha atravesado siglos: la amabilidad excesiva puede ser sospechosa.
En lugar de celebrar la cortesía como virtud, este dicho la somete a escrutinio, sugiriendo que cuando alguien se muestra demasiado atento, amable o halagador, conviene extremar la precaución. La cortesía, a veces, es máscara de intención oculta.
Este refrán aparece citado en obras del Siglo de Oro, como El Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán (1599), donde se utiliza para ilustrar la astucia y el engaño en las relaciones humanas. Su uso en ese contexto literario revela una visión crítica de la sociedad barroca, marcada por la simulación, el disimulo y la apariencia como estrategia de supervivencia.
Etimología y contexto
La palabra cortesía proviene del latín cohors, que designaba el entorno de la corte. En la Edad Media, la cortesía era el conjunto de normas de comportamiento propio de quienes frecuentaban ambientes palaciegos. Con el tiempo, el término se amplió para referirse a los buenos modales en general. Sin embargo, en contextos populares y literarios, la cortesía excesiva comenzó a asociarse con la hipocresía, el cálculo y la manipulación.
El refrán se inscribe en una tradición de desconfianza hacia lo que parece demasiado perfecto. En sociedades donde la supervivencia dependía de la astucia, como la España del Siglo de Oro, la cortesía podía ser vista como herramienta de engaño. Así, el dicho no condena la cortesía en sí, sino su uso como disfraz.
Significados y usos contemporáneos
En la actualidad se emplea para advertir sobre personas que se muestran excesivamente amables, especialmente cuando esa actitud no parece espontánea. Puede aplicarse en situaciones laborales, comerciales o sociales, cuando alguien intenta ganarse la confianza con gestos exagerados, halagos o favores inesperados.
Aunque el refrán ha caído en cierto desuso, su mensaje sigue vigente. En tiempos de marketing emocional y relaciones mediadas por la imagen, esta advertencia cobra nueva relevancia: no todo gesto amable es sincero, y no toda sonrisa es inocente.
Curiosidades y equivalencias
Equivalentes en otras lenguas y culturas. En inglés, por ejemplo, se dice Beware of Greeks bearing gifts, evocando el episodio del caballo de Troya. En francés, Trop de politesse cache quelque chose (Demasiada cortesía oculta algo) transmite una idea similar. Estas expresiones revelan una sabiduría universal: la prudencia ante lo que parece demasiado bueno para ser verdad.
En el refranero español, se relaciona con otros dichos como Del agua mansa líbrame Dios, que también advierte sobre las apariencias engañosas. Todos ellos forman parte de una ética popular que privilegia la observación, la cautela y el juicio propio frente a la seducción de las formas.
Inquietantes cortesías. Una lección de sospecha útil
A mucha cortesía, mayor cuidado no propone la paranoia, sino la lucidez. Nos recuerda que la amabilidad puede ser estrategia y que la confianza no debe concederse sin reflexión. Porque a veces, la verdadera cortesía no necesita exagerarse. Y cuando se exagera, conviene estar alerta.




