José Bono, conocido como Pepe en los círculos donde el tuteo es protocolo, ha sido muchas cosas: presidente de Castilla-La Mancha durante más de dos décadas, ministro de Defensa, presidente del Congreso… y, según parece, también nuevo rico sin causa conocida.
Su verbo, siempre suelto y con acento de púlpito, ha sido su principal herramienta: lo mismo sirve para bendecir la patria que para regañar al partido. Pero esa soltura retórica ha dejado meteduras de pata memorables, como cuando en plena polémica sobre el Estatuto catalán soltó que España no se rompe, pero hay quien la quiere romper, frase que no dice nada y lo dice todo. Bono habla como si siempre estuviera en misa, aunque el sermón lo dé él.
Oclócrata con corbata
Si por oclocracia entendemos el gobierno de la muchedumbre emocional, Bono ha sabido surfearla con maestría.
Populista de salón, se presenta como hombre del pueblo mientras se refugia en la República Dominicana, donde su vida de lujo ha causado más de un sonrojo diplomático. ¿Gobernó para la masa o para la imagen? Su estilo paternalista, su afán de protagonismo y su tendencia a la frase redonda lo acercan más al oclócrata que al estadista. No es que desprecie la razón, es que la viste de terciopelo para que no moleste.
Pepe Bono ¿dominicano?
La pregunta que flota como perfume caro es: ¿de dónde viene el dinero? Tras su retirada, Bono ha pasado de político austero a figura de alta gama, con propiedades en el Caribe, relojes de colección y una familia que copa portadas de revistas.
Su exmujer, Ana Rodríguez, también ha protagonizado titulares por su vida empresarial y su pasado político. Y su hija Amelia, celebridad de escaparate de manual, ha convertido el apellido en marca.
¿Es Bono un nuevo rico por mérito, por herencia, por alquimia? ¿Tiene la nacionalidad dominicana? ¿Por qué? ¿Para qué? Nadie lo sabe, pero todos lo sospechan.
Curiosidades con sombra
Entre las anécdotas menos conocidas está su afición por los caballos, que cultivó durante su etapa en Castilla-La Mancha y su habilidad para aparecer en bodas, bautizos y comuniones con la misma soltura con la que otros aparecen en tertulias.
También fue protagonista indirecto de un escándalo reciente, cuando un empresario implicado en la trama Koldo (o sea, uno de los casos de corrupción del PSOE) presumía de haberle hecho ganar elecciones en 2006. Bono no respondió, pero el silencio también habla.
Pepe Bono ¿Capacidad?
Como ministro de Defensa, Bono fue más decorativo que decisivo. Su gestión fue discreta, pero su presencia mediática constante. Presidió el Congreso con tono de maestro de ceremonias, más preocupado por el decoro que por el debate. ¿Tenía capacidad? Sí. ¿La usó? A ratos. Su legado es más estético que político, más frase que reforma.
Epílogo con sonrisa torcida
Pepe Bono es el ejemplo perfecto del político que se jubila en alta definición. No sabemos si es oclócrata, aristócrata o simplemente oportunista con buena dicción. Pero su figura, entre el lujo y la liturgia, nos recuerda que en España el retiro político puede ser más rentable que el cargo.
Y que el verbo, cuando se suelta sin freno, puede acabar siendo más peligroso que cualquier decreto.




