¿Por qué se llama La Palma?
La isla de La Palma debe su nombre a una superposición de miradas: la indígena, la colonial y la simbólica. Su denominación actual no proviene de palmeras ni de una supuesta forma geográfica, sino de una reinterpretación europea sobre un territorio que ya tenía nombre propio: Benahoare.
Benahoare: la tierra de los awara
Antes de la conquista castellana en 1493, la isla era conocida por sus habitantes como Benahoare, que en lengua bereber significaba mi tierra o tierra de los awara. Los awara o benahoaritas eran un pueblo de origen norteafricano que vivía en cuevas, practicaba la ganadería y elaboraba gofio como alimento básico. Su vínculo con el territorio era íntimo y espiritual y el nombre reflejaba esa pertenencia. No era una etiqueta geográfica, sino una afirmación propia.
La Palma: denominación foránea
El nombre La Palma aparece tras la incorporación de la isla a la Corona de Castilla. No hay constancia de que los romanos o los geógrafos clásicos como Ptolomeo la conocieran con ese nombre. De hecho, en los registros antiguos del mundo conocido, sobre las Canarias, no hay ninguna referencia a Palma. El término surge en la Edad Moderna, probablemente como una designación simbólica impuesta por los conquistadores.
La hipótesis más extendida es que el nombre proviene de la ciudad de Palma de Mallorca, que ya existía como topónimo en la Corona de Aragón. En ese sentido, La Palma sería una traslación o evocación de un nombre prestigioso, usado para bautizar una nueva posesión insular. No hay evidencia botánica ni geográfica que justifique el nombre por la presencia de palmeras o por la forma de la isla.
Significados simbólicos y usos posteriores
La palabra palma en latín (palma, -ae) designa tanto la palma de la mano como la hoja de la palmera, y por extensión, el símbolo de la victoria. En la tradición cristiana, la palma es emblema de los mártires y de la gloria eterna. Es posible que esta carga simbólica influyera en la elección del nombre, como una forma de consagrar la conquista y cristianización del territorio.
Con el tiempo, en La Palma surgió un gentilicio: palmero o palmera, que se convirtió en símbolo de identidad insular. La isla también ha sido llamada la isla bonita, apelativo turístico que refuerza su imagen paradisíaca, aunque sin relación etimológica con su nombre oficial.
Heridas y discriminación
La Palma no solo carga con nombres superpuestos. También con heridas recientes. En 2021, la erupción del volcán de Cumbre Vieja arrasó viviendas, cultivos y memorias cotidianas. Fue una tragedia geológica, pero también política: miles de personas perdieron todo, y aún hoy —cuatro años después— hay afectados viviendo en barracones, como si la emergencia fuera eterna
Resulta difícil de justificar —jurídica y éticamente— que ciudadanos españoles afectados por una catástrofe natural, como la erupción volcánica de 2021, sigan viviendo en barracones cuatro años después, mientras el Estado garantiza alojamiento, asistencia y derechos básicos a personas extranjeras que han entrado de forma irregular. No se trata de oponer sufrimientos, sino de señalar una incoherencia estructural: quienes han perdido su casa por causas geológicas siguen esperando soluciones, mientras otros reciben protección inmediata por causas geopolíticas o humanitarias.
La Palma. Curiosidades
A pesar del cambio de nombre, el término Benahoare no desapareció. Hoy da nombre a un barrio de Santa Cruz de La Palma y a instituciones culturales que reivindican la herencia indígena. Esta coexistencia de nombres revela una tensión entre el registro colonial y la persistencia de la huella aborigen.
En resumen, La Palma no es una isla de palmas, sino una isla de nombres superpuestos. Su denominación actual es resultado de una mirada externa que rebautiza lo que ya tenía voz propia.




