Cinco acepciones aporta la RAE de este término:
- Canto y baile popular de las islas Canarias.
- Música ligera, generalmente popular.
- Locura.
- Baile portugués de gran ruido, que se bailaba entre muchas personas.
- Tañido y mudanza de un baile español, que solía bailar alguien solo con castañuelas.
Todas muy interesantes, pero nuestro objetivo hoy es la diferente, la que incorporamos a nuestra sección.
La folía y su origen
La evolución de la palabra folía hacia el significado de locura es un rumbo que atraviesa siglos de historia y de cultura. Este recorrido comienza en las raíces latinas de la palabra, con follis, que originalmente se refería a un fuelle o una bolsa de aire. Es fascinante cómo un término tan concreto pudo transformarse en algo tan abstracto como la locura, pero esta transición no fue repentina ni directa.
En el latín tardío y el romance temprano, la idea de algo inflado o lleno de aire comenzó a asociarse metafóricamente con la vanidad y la falta de sustancia. De ahí, el salto a la imprudencia y el comportamiento errático no fue muy grande. Ya en el castellano medieval, encontramos usos de folía que sugieren insensatez o falta de juicio. El Arcipreste de Hita, por ejemplo, la empleaba para referirse a algo engañoso o vano, sentando las bases para su futura asociación con la locura.
La danza y la folía
Fue realmente la aparición de la danza portuguesa llamada folía la que cimentó la conexión entre esta palabra y la idea de locura. Imaginemos una escena del siglo XVI: una plaza llena de gente, el sonido de tambores y flautas llenando el aire, y en el centro, un grupo de bailarines moviéndose de manera frenética y aparentemente caótica. Sus movimientos son tan rápidos, tan intensos, que los espectadores no pueden evitar pensar que estos danzantes han perdido el juicio. Esta danza, con su ritmo acelerado y sus movimientos exagerados, encarnaba perfectamente la idea de un comportamiento fuera de lo normal, fuera de control.
En su Tesoro de la lengua castellana o española hace Sebastián de Covarrubias la descripción de la folía como una danza ruidosa y de gran tropel, lo que nos da una idea de cómo se percibía esta manifestación cultural. No es difícil imaginar cómo, para los observadores de la época, esta danza podría parecer una expresión de locura colectiva.
Consolidación del significado
A medida que la folía se extendía por Europa, llevaba consigo esta connotación de locura. La danza se volvió tan popular que incluso en la música clásica encontramos referencias a ella, a menudo bajo el nombre de La Locura. Compositores de la talla de Arcangelo Corelli y Antonio Vivaldi crearon variaciones sobre el tema de la folía, perpetuando así la asociación entre esta palabra y la idea de un comportamiento excéntrico o fuera de lo común.
Es fascinante pensar cómo una simple palabra puede acumular tantas capas de significado a lo largo del tiempo. La folía pasó de ser un objeto cotidiano (un fuelle) a representar un concepto tan complejo y multifacético como la locura. Este proceso no fue lineal ni sencillo, sino el resultado de siglos de uso, reinterpretación y adaptación cultural.
En última instancia, la historia de la palabra folía nos recuerda que el lenguaje es un organismo vivo, en constante evolución. Las palabras no son entidades estáticas, sino que cambian y se adaptan a medida que las culturas que las utilizan también evolucionan. La folía, en su viaje desde el latín hasta nuestros días, pasando por danzas frenéticas y composiciones musicales, es un testimonio de la rica y compleja historia que puede esconderse detrás de una sola palabra.