Exordio
¿Usted cree que la imagen que acompaña y es causa de este artículo es real? Yo sí, y motivos tengo, aunque pueda parecer que es incomprensible. Veamos…
¿Qué es un alluntamiento?
Por mucho que lo busquemos en el diccionario oficial, no hemos sido capaces de encontrar ese término, por lo que, pese a ciertas rarezas que nuestros académicos olvidan y otras que imponen, nos inclinamos a pensar que la palabra alluntamiento no existe, que es un error, vaya.
¿Es real esa fotografía?
Decía en el exordio que tiendo a creer que la imagen adjunta es, ciertamente, real. He de reconocer, sin embargo, que no estoy en condiciones de aseverar lo que solo es una creencia, porque la fotografía proviene de una de mis esporádicas visitas a las redes sociales (y solo -casi solo, mejor- para publicar artículos de hablarydecir) por lo que garantizar algo con ese origen es, francamente, complicado.
¿Que por qué lo creo? Porque ya en esta misma sección de Galería de horrores se publicó en su día otra fotografía muy similar de la que no me cabe ninguna sobre su veracidad porque fui yo quien la hizo hace ya bastantes años en el extrarradio de Valencia.
Alluntamiento: negligencia y desprecio
¡Qué horror ortográfico! Representa el más absoluto desprecio por la lengua española y una negligencia imperdonable, especialmente tratándose de rotulación institucional, aunque solo se trate de tapas de registro.
Este error no solo evidencia una absoluta falta de profesionalidad, sino que constituye una agresión directa contra las más elementales normas lingüísticas. Un ayuntamiento, que debería ser garante de la cultura y la educación, comete una falta que roza lo grotesco.
La sustitución de ay por all revela un desconocimiento básico de la ortografía española, un error que ni siquiera un escolar de primaria debería cometer. Es particularmente grave porque se trata de un rótulo oficial, visible para cientos o miles de ciudadanos, que transmite una imagen de incompetencia e ignorancia.
Este tipo de errores no solo son vergonzosos, sino que contribuyen al deterioro del lenguaje y demuestran una preocupante dejadez institucional. Un simple corrector ortográfico o una revisión mínima (de alguien con mínimos conocimientos) habrían evitado semejante barbaridad.
Y es que cuando se pierden las formas se pierde, inexorablemente, el fondo.
NOTA: Estaremos encantados de recibir imágenes para publicar en esta nuestra Galería. Pueden enviarlas, así como cualquier comentario de toda índole, a hablar@hablarydecir.com .