El chófer nuevo

junio 2, 2024

Enrique Jardiel Poncela

El chófer nuevo. Lipograma. Texto íntegro

Siempre que el chófer nuevo puso en movimiento el motor de mi coche, ejecutó sorprendentes ejercicios llenos de riesgos y sembró el terror en todos los sitios: destrozó los vidrios de infinitos comercios, derribó postes telefónicos y luminosos, hizo cisco trescientos coches del servicio público, pulverizó los esqueletos de miles de individuos, suprimiéndoles del mundo de los vivos, en oposición con sus evidentes deseos de seguir existiendo; quitó de en medio todo lo que se le puso enfrente; hendió, rompió, deshizo, destruyó; encogió mi espíritu, superexcitó mis nervios… pero me divirtió de un modo indecible, porque no fue un chófer, no; fue un simún rugiente.
¿Por qué este furor, este estropicio continuo? ¿Por qué, si dominó el coche como no lo hizo ningún chófer de los que tuve después? Hice lo posible por conocer el misterio:
—Es preciso que expliques lo que te ocurre. Muchos infelices muertos por nuestro coche piden un desquite… ¡Que yo mire en lo profundo de tus ojos! ¿Por qué persistes en ese feroz proceder, en ese cruel ejercicio?
Inspeccionó el horizonte, medio sumido en el crepúsculo y moderó el correr del coche. Luego hizo un gesto triste.
—No soy cruel ni feroz, señor —susurró dulcemente—. Destrozo y destruyo y rompo y siembro el terror… de un modo instintivo.
—¡De un modo instintivo! ¿Eres entonces un enfermo?
—No. Pero me ocurre, señor, que he sido muchísimo tiempo chófer de bomberos. Un chófer de bomberos es siempre el dueño del sitio por donde se mete. Todo el mundo le permite correr; no se le detiene; el sonido estridente e inconfundible del coche de los bomberos, de esos héroes con cinturón, es suficiente y el chófer de bomberos corre, corre, corre… ¡Qué vértigo divino!
Concluyó diciendo:
—Mi defecto es que me creo que siempre voy conduciendo el coche de los bomberos. Y como esto no es cierto, y como hoy no soy, señor, el dueño del sitio por donde me meto, pues, ¡pulverizo todo lo que pesco!…
Y prorrumpió en sollozos.

Sobre El chófer nuevo

Exactamente, estamos ante un lipograma en el que Jardiel omite intencionalmente la letra a.

Se publicó en el diario La Voz en 1928. Este relato es parte de una serie de cinco lipogramas que el autor publicó en la sección de cuentos del mismo diario.

Jardiel Poncela juega con el lenguaje para mantener su estilo humorístico y narrativo, a pesar de la restricción de no usar una de las letras más comunes del alfabeto español. Este tipo de obra es un excelente ejemplo de su ingenio y capacidad para entretener a los lectores mediante la manipulación creativa del lenguaje.

Sobre Enrique Jardiel Poncela

Fue un destacado escritor y dramaturgo español, reconocido por su innovación en el ámbito literario del siglo XX. Nacido en Madrid, mostró desde joven un interés precoz por la literatura y el teatro. Su estilo se caracteriza por un humor agudo, a menudo surrealista, que desafía las convenciones tradicionales de la narrativa y el teatro. Formó parte de la generación de humoristas que transformaron la literatura española, infundiendo en sus textos una mezcla única de sarcasmo, ironía y sátira social.

Su habilidad para jugar con el lenguaje y las estructuras narrativas le permitió crear piezas que, a pesar de su complejidad, mantenían una accesibilidad popular. Además, su influencia se extiende a través de sus experimentos con restricciones literarias, demostrando una maestría técnica que lo distingue entre sus contemporáneos. Su contribución al desarrollo del humor literario español sigue siendo objeto de estudio y admiración en los círculos académicos y literarios.

En su vida personal, Jardiel Poncela enfrentó dificultades económicas y problemas de salud que marcaron su trayectoria.

Su obra

Se distingue por un humor sofisticado y surrealista que rompe con las convenciones tradicionales. Entre sus mayores éxitos se encuentran las novelas Amor se escribe sin hache (1929), una parodia del género romántico que juega con las expectativas del lector a través de una narrativa ingeniosa y mordaz; Espérame en Siberia, vida mía (1929) y Pero… ¿Hubo alguna vez once mil vírgenes?
En el ámbito teatral, Eloísa está debajo de un almendro (1940) es una de sus comedias más destacadas y en la que mezcla elementos de intriga y absurdo, creando un estilo único que ha influido en generaciones posteriores de dramaturgos. Otras piezas notables son Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936), una comedia que explora el tema de la inmortalidad con una perspectiva humorística y filosófica y Los ladrones somos gente honrada (1941).

Su obra refleja una visión crítica y satírica de la sociedad de su tiempo, utilizando el humor no solo como entretenimiento, sino como una herramienta para la reflexión.

Lipograma de Jardiel Poncela

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