Texto íntegro de El constructor de palíndromos
Microrrelato de Fermín López Costero
Desde hacía tiempo, casi todas las noches, antes de acostarse, se entretenía un buen rato realizando maravillosos periplos de ida y vuelta a través de las frases. Era una tarea arriesgada, pero ineludible para mantener vivo su espíritu.
Esta vez, sin embargo, alguna letra no debió quedar ajustada convenientemente, porque del lugar —remoto— al que lo llevaron las palabras no acertó a regresar.
Al inspeccionar el apartamento, la policía no descubrió nada raro, ningún indicio revelador. Pero sí que se fijaron en el aspecto de la mesa (y en la perfecta disposición de la silla) que él utilizaba para el pasatiempo. La luz del flexo aún iluminaba el viejo diccionario, el estuche de los bolígrafos, el cuaderno… incluso el vaso de leche, vacío, y el cenicero, colmado de colillas.
Sobre El constructor de palíndromos
Este microrrelato de Fermín López Costero, incluido en Pequeño catálogo de historias breves (2003) y posteriormente recogido en la Antología del microrrelato español (1906–2011) publicada en 2012, representa una de las piezas más depuradas del género breve en lengua española. Su estructura narrativa condensa una atmósfera de obsesión lingüística, desaparición metafísica y ritual cotidiano, todo articulado con una prosa sobria y simbólicamente cargada.
El relato se construye sobre la figura de un personaje que practica la creación de palíndromos como ejercicio espiritual. La simetría verbal se convierte en metáfora de un viaje interior, un tránsito que, en esta ocasión, se vuelve irreversible. La desaparición del protagonista no se explica por causas físicas, sino por una falla en el engranaje verbal, como si el lenguaje —en su forma más pura y reversible— hubiera absorbido al creador. La escena final, con la mesa intacta, el diccionario abierto y el vaso de leche vacío, evoca una suerte de altar laico, donde el rito del lenguaje ha consumado su sacrificio.
El texto dialoga con Borges, con Cortázar, pero también con la tradición del microrrelato fantástico español, en especial con autores como José María Merino o Juan José Millás. La elección del palíndromo como eje simbólico no es gratuita: remite a la circularidad, al eterno retorno, al juego de espejos que define tanto la literatura como la identidad. El relato no solo narra una desaparición, sino que la inscribe en una lógica poética donde el lenguaje es destino.
Sobre el autor
Fermín López Costero (Ponferrada, 1962 – 2018) fue un escritor leonés que dedicó buena parte de su obra a la narrativa breve y al microrrelato, género en el que alcanzó una notable maestría.
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de León, ejerció como profesor de secundaria y colaboró en diversas publicaciones literarias. Su escritura se caracteriza por la precisión estilística, el uso de símbolos cotidianos con carga metafísica y una mirada crítica hacia los mecanismos del lenguaje y la realidad.
Además de Pequeño catálogo de historias breves, publicó títulos como La soledad del farero y El libro de los silencios, donde continúa con los límites entre lo real y lo fantástico. Su inclusión en la antología lo consagra como una voz imprescindible del microrrelato contemporáneo en español, especialmente por su capacidad para convertir lo mínimo en revelación.