Giovanna Pollarolo
Él llegó con la luna llena, de Giovanna Pollarolo
La noche era clara
el mar calmado y azul.
Esa noche la luna se mostró entera
sin la sombra de ninguna nube;
eran las doce
y nuestros cuerpos proyectaban sombras
como si estuviera amaneciendo.
Mirábamos el cielo, el mar, la arena
a cincuenta metros se distinguía
cada roca
cada ola punto de reventar
hasta las botellas y las latas vacías de cerveza
abandonadas en la orilla.
Milagro de milagros
amanecía en plena noche
y él acababa de llegar.
Me dio un beso, bebimos, bailamos.
Bendije, entonces, mis peregrinajes
a la cruz
el conjuro de la bruja
experta en amores
mis avemarías
el mismo deseo tres veces repetido
que formulé ante la luna nueva
cada noche.
Pero él, acabada la fiesta, se deshizo de mi abrazo
y dijo: no sé por qué he venido
no te amo,
no sé qué estoy haciendo aquí.
Y recordé la piedra que tiré al río
las noches sin luna,
mi falta de fe.
Sobre Él llegó con la luna llena
Esta obra que hoy presentamos en el Poemario se inscribe en la tradición de la poesía confesional femenina, pero con una torsión crítica que subvierte el mito del amor como recompensa.
La escena nocturna, marcada por una luna llena que ilumina el paisaje con una claridad casi sobrenatural, funciona como marco simbólico de una expectativa amorosa ritualizada. La voz poética ha cumplido con todos los gestos tradicionales del deseo: peregrinajes, conjuros, rezos, repeticiones. La llegada del amado parece confirmar la eficacia de esos actos, como si el universo respondiera a la fe.
Sin embargo, el poema se quiebra en su último tercio. El amado, tras la fiesta, revela su desconcierto: no ama, no sabe por qué ha venido. Esta confesión desactiva el sentido mágico del encuentro y revela la fragilidad de las promesas afectivas. La voz poética, lejos de caer en el lamento, recuerda su propia duda —la piedra lanzada al río, la falta de fe— como si el fracaso fuese también responsabilidad íntima.
El poema se sostiene en un verso libre, con escasa puntuación, que fluye como pensamiento encadenado. Las imágenes son sensoriales, sin ornamento: mar, arena, botellas, sombras. La luna, símbolo de plenitud y revelación, se convierte en testigo de una ilusión rota. El tono es sobrio, sin sentimentalismo y la estructura revela una progresión desde la esperanza ritualizada hacia la lucidez amarga.
Él llegó con la luna llena puede leerse como una crítica al modelo afectivo heredado, donde el amor se espera como milagro y se vive como decepción. Pollarolo no propone una épica del desengaño, sino una ética de la conciencia: la revelación no está en el otro, sino en la propia mirada.
Sobre Giovanna Pollarolo
Giovanna Rosa Pollarolo Giglio (Tacna, 1952) es una de las voces más lúcidas y versátiles de la literatura peruana contemporánea. Su obra abarca poesía, narrativa, ensayo y también guion cinematográfico, siempre con una mirada crítica sobre los modelos afectivos y la educación sentimental femenina.
Formada en literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú y doctora por la Universidad de Ottawa, Pollarolo ha combinado la labor académica con la escritura creativa y la colaboración en el cine. Como guionista, ha participado en películas clave como La boca del lobo, No se lo digas a nadie o Pantaleón y las visitadoras, donde su sensibilidad se traduce en personajes y situaciones que desnudan las tensiones sociales y afectivas del país.
Su poesía —reunida en Entre mujeres solas— se caracteriza por un tono íntimo, directo, sin afectación. Explora el deseo, la espera, el desencanto, pero también la lucidez que emerge del fracaso amoroso. En narrativa, títulos como Atado de nervios o Toda la culpa la tiene Mario prolongan esa mirada crítica, con protagonistas femeninas que cuestionan los mandatos románticos y reconstruyen su identidad desde la experiencia.
Su escritura es ética, reflexiva y propone una relectura de los afectos como construcción cultural. Su estilo evita el ornamento, privilegia la claridad y se sostiene en una voz que interpela sin estridencia. En el contexto peruano, su obra representa una alternativa a la épica masculina y una apuesta por la introspección crítica.