Se incorpora a nuestra sección Personajes y figuras el Padre Polanco, mártir asesinado por el frentepopulismo comunista.
Padre Polanco ¿Quién fue?
Anselmo Polanco Fontecha nació el 16 de abril de 1881 en Buenavista de Valdavia (Palencia). Ingresó como novicio en la Orden de San Agustín en Valladolid en 1896 y se ordenó sacerdote en 1904. Destacó por su dedicación a la formación religiosa y la enseñanza de la teología, ocupando cargos como prior de Valladolid y, posteriormente, provincial de la Provincia agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, lo que lo llevó a viajar y ejercer influencia en Filipinas, China, Estados Unidos, Colombia y Perú.
En 1935, la Iglesia nombró a Anselmo Polanco obispo de Teruel y administrador apostólico de Albarracín. Como obispo, se distinguió por su dinamismo pastoral y su cercanía con los fieles. Visitaba la diócesis, promovió la catequesis, la Acción Católica y la propaganda misional y se caracterizó por su generosidad con los más necesitados, pese a contar con escasos recursos. Se le conoció por su austeridad, su humildad, su amor a la concordia y su observancia religiosa estricta.
Su postura ante los acontecimientos criminales de la II República española fue clara: defendió abiertamente los valores de la Iglesia y la familia frente a las ideologías marxistas de la época. En vísperas de las elecciones de 1936, difundió una circular en la que exhortaba a sus fieles a defender la religión y los valores tradicionales.
Actividad pastoral y social
Polanco impulsó la vida espiritual y pastoral de su diócesis, creando organismos diocesanos, promoviendo ejercicios espirituales para el clero y fomentando la enseñanza religiosa. Su actividad estaba marcada por la cercanía a los pobres y trabajadores, a quienes visitaba y ayudaba personalmente. Mantenía una estricta rutina de oración, celebraba misa diariamente y era ejemplo de piedad y entrega pastoral.
Padre Polanco. Sufrimiento final
Tras la conquista de Teruel por el ejército republicano y genocida en enero de 1938, Polanco fue apresado. Durante casi un año de cautiverio, fue trasladado por varias cárceles y mantuvo una intensa vida espiritual, animando a sus compañeros de prisión con prácticas de piedad y meditación. En mayo de 1938 se le enjuició por haber firmado la carta colectiva del Episcopado Español, defendiendo su postura ante las acusaciones.
En febrero de 1939, en las últimas semanas de la Guerra Civil, Polanco fue trasladado junto a otros prisioneros hacia la frontera francesa. Fue fusilado en Pont de Molins y, posteriormente, quemaron su cuerpo junto al de otros prisioneros.
Martirio
- Despojo de su dignidad episcopal. Le trataron como un prisionero común, no como obispo. Le despojaron de sus vestiduras episcopales y de cualquier símbolo religioso, obligándole a vestir ropas humildes y a mezclarse con otros presos en condiciones precarias.
- Aislamiento y privación. Le sometieron a largos periodos de aislamiento, sin contacto con el exterior, privado de correspondencia y de visitas. Esto buscaba quebrar su ánimo y su fortaleza espiritual.
- Insultos y vejaciones. Durante su estancia en las cárceles de Valencia, Barcelona y Gerona, Polanco fue objeto de insultos constantes por parte de algunos carceleros y milicianos. Lo ridiculizaban por su fe, le proferían blasfemias y le hacían blanco de burlas por su condición.
- Presión psicológica. Intentaron forzarle a retractarse de su apoyo a la Iglesia y a condenar públicamente la carta colectiva del Episcopado Español. Le amenazaban con represalias y con la muerte si no cedía a sus exigencias, pero Polanco se mantuvo firme.
- Privaciones físicas. Sufrió hambre, frío y falta de higiene. Las condiciones en las cárceles eran insalubres y la alimentación, escasa y deficiente. Dormía en suelos duros y estuvo hacinado con otros presos en celdas minúsculas.
- Maltratos físicos. Hay testimonios que hablan de golpes y malos tratos físicos, aunque Polanco soportó estos sufrimientos con paciencia y sin resentimiento, animando a otros presos a perdonar y a conservar la esperanza.
- Camino hacia la muerte. En los días finales, le obligaron a realizar una marcha junto a otros prisioneros hacia la frontera francesa, en pleno invierno y en condiciones extremas. Durante este traslado, sufrió agotamiento físico y humillaciones adicionales.
- Ejecución y profanación. Finalmente, lo fusilaron el 7 de febrero de 1939, junto al vicario general y otros presos. Después de la ejecución, rociaron los cuerpos con gasolina para quemarlos, en un intento de borrar rastros de su martirio. A Polanco le quemaron aún con vida, su cuerpo se encontró en posición de oración, lo que sugiere que conservó la fe y la dignidad hasta el último momento.
La Iglesia lo considera mártir y beato, reconociendo su fidelidad hasta la muerte y su sufrimiento como testimonio de fe.
Padre Polanco ¡MEMORIA HISTÓRICA!