¿Qué fue (o es) el solipsismo?
Es una postura filosófica que sostiene que la única certeza posible es la existencia de la propia mente. Todo lo demás —el mundo, los otros, incluso el tiempo— podría ser una ilusión, una proyección del yo pensante.
No se trata de una simple actitud narcisista, sino de una tesis metafísica que lleva al extremo el subjetivismo: si todo lo que percibo pasa por mi conciencia, ¿cómo puedo saber que algo existe fuera de ella?
Solipsismo. Orígenes y fundamentos
La palabra proviene del latín solus ipse, solo uno mismo. Aunque no hay una escuela solipsista formal, la idea aparece como límite o advertencia en varios sistemas filosóficos.
René Descartes, por ejemplo, inicia su método con la duda radical: pienso, luego existo. Pero para evitar caer en el solipsismo, recurre a la existencia de Dios como garante de la realidad externa. En cambio, pensadores como George Berkeley y David Hume se acercan más a la idea de que la realidad es una construcción mental, aunque sin abrazar el solipsismo explícitamente.
Sin escuela
No hay filósofos que se declaren abiertamente solipsistas, y eso es parte de su paradoja: si uno cree que solo existe su mente, ¿para qué escribir, enseñar o dialogar? Sin embargo, el solipsismo ha sido analizado en literatura, psicología y teoría del conocimiento. Ludwig Wittgenstein lo consideró una forma extrema de confusión lingüística.
En la literatura, autores como Borges o Unamuno jugaron con la idea de que el mundo podría ser una ficción del yo.
En psicología, aparece como síntoma en ciertos trastornos, aunque no debe confundirse con egocentrismo.
Solipsismo actual y crítica
Hoy no tiene vigencia como doctrina, pero sigue siendo un desafío filosófico. En la era digital, donde la experiencia se mediatiza y la inteligencia artificial simula conciencia, la pregunta solipsista vuelve: ¿cómo sé que tú existes? ¿Cómo sé que no estoy solo en un mundo generado por mí o por otro?
La crítica principal al solipsismo es su irrefutabilidad: si todo es producto de mi mente, no hay forma de demostrar lo contrario. Pero también se le acusa de ser estéril: no permite construir conocimiento compartido ni ética alguna.
Más allá del yo
En última instancia, funciona como un límite. Nos obliga a pensar en la fragilidad de nuestras certezas, en la necesidad de confiar en los otros, en el valor de la intersubjetividad. No es una filosofía para vivir, pero sí una advertencia sobre lo que ocurre cuando el yo se convierte en único criterio de verdad.
Frente al solipsismo, la filosofía ha preferido el diálogo, la alteridad, la comunidad. Porque aunque todo pase por la mente, no todo nace de ella.




