Queridos lectores: prepárense para un paseo por el laberinto kafkiano en el que se ha convertido nuestro querido país. Sí, hablo de España, esa nación que alguna vez presumió de ser un bastión del Estado de Derecho y que ahora es más bien un Estado de Desecho. ¿Exagero? Ojalá.
Constitución: ¿papel mojado o higiénico?
Empecemos por lo básico: nuestra Constitución. Ese documento sagrado que juramos defender parece haberse convertido en el papel de envolver del chiringuito político. ¿Recuerdan que el artículo 86 habla de usar decretos-leyes solo en casos de extraordinaria y urgente necesidad? Pues bien, ahora parece que hasta decidir el sabor del yogur del desayuno presidencial es motivo suficiente para uno.
El Poder judicial. En vías de extinción. ¿Independencia? ¿Qué es eso? ¿Se come? Las asociaciones judiciales y fiscales están que trinan y no es para menos. Imaginen que les dijeran que su trabajo va a ser revisado por una comisión de políticos. Sí, esos mismos que no saben distinguir entre un martillo y un mazo judicial.
La Ley de Amnistía. ¿Y qué decir de la famosa Ley de Amnistía? George Orwell estaría orgulloso de ver cómo algunos son más iguales que otros ante la ley. Aparentemente, cometer ciertos delitos te convierte en un héroe nacional si tienes los amigos adecuados en el Congreso plagado de políticos de pacotilla y traidores a su propia patria (a sus lealtades no, nunca las han tenido).
El Gobierno. Por si fuera poco, tenemos un Gobierno (o lo que sea, una bacanal de insensatos zurdos, por ejemplo) que parece inspirado en Juego de Tronos. Un ministro que acapara los cargos de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes. Del botarate fiscal general dependiente, ¡para qué vamos a hablar! ¿Alguien dijo separación de poderes? ¡Qué anticuado suena eso!
La Comisión Europea. Nos mira de reojo, como quien ve a un niño haciendo travesuras pero no quiere ser el malo de la película y, a escondidas, nos regala caramelos para que hagamos más maldades. Mientras tanto, actúa como un árbitro que mira para otro lado, incluso con sus gafas de colores, animando y jaleando en lugar de intervenir. O interviene mucho más de lo que debe, como prevaricando en Rumanía, que aún es peor…
Del derecho al desecho. ¿Hay esperanza?
En fin, queridos lectores, el panorama es desolador. Hemos pasado de ser un ejemplo de transición democrática a ser el hazmerreír de Europa en materia de Estado de Derecho. Pero no todo está perdido. Aún quedan voces que claman en el desierto, juristas que se resisten a ver cómo se desmorona el edificio constitucional.
Quizás sea hora de que los ciudadanos nos tomemos en serio nuestro papel de guardianes de la democracia. Porque si seguimos así, pronto tendremos que cambiar el nombre de nuestro país de España a Esperpento, si no ha cambiado ya en la realidad…
Y recuerden, como dijo un sabio (probablemente después de ver una intervención de Sánchez, Bolaños, Marlasca o casi cualquier otro en el Congreso): La democracia es el peor sistema de gobierno, exceptuando todos los demás. Así que, ¡a trabajar se ha dicho! Porque reconstruir un Estado de Derecho es mucho más difícil que destrozarlo.
¡Arriba!
NOTA 1. La imagen que ilustra este artículo es propiedad y se ha obtenido en Universidad de Negocios ISEC.
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